martes, 26 de febrero de 2008

Sweeny Todd. La pérdida de la esperanza.



Son muchos los que a estas alturas la consideran la película del año, las críticas positivas no se han hecho esperar y los jóvenes oscuros que conocieron a Tim Burton tras el incontrolado merchandising de Pesadilla antes de navidad festejan su estreno alabando el espíritu gótico de la cinta y la actuación del muy de moda y alérgico al peine Johnny Depp.
Pero no se asusten, nada de lo que está ocurriendo es extraño, Sweeny Todd es sin duda una película llamativa, original, oscura y grandilocuente, repleta de gargantas desangradas y cráneos rotos, inundada de personajes macabros, despiadados y empanadillas rellenas de carne no demasiado apetecible. ¿Pero entonces que ha ocurrido con esta película?
¿Es que acaso no tiene una fotografía envidiable, un diseño de producción absolutamente genial y un vestuario hipergótico que dan ganas de que se vuelva a poner de moda?
Sí, todo eso y más es Sweeny Todd, pero la nueva obra de Burton carece de alma, parece que el diablo se la haya llevado para siempre, y cuando me refiero a esta carencia de espíritu o fuerza (llámese como a cada uno le venga en gana) no quiero decir que la película sea fría y cruel (que también) con esto me vengo a referir que la cinta sobre el barbero diabólico de la calle fleet es monótona, pegajosa como la sangre que corre por sus fotogramas y de una reiteración absoluta. Vamos que es como profiterol relleno de nata, sus fotogramas empalagan con ese barroquismo cansado y cansino que tan bien nos sabe vender Burton pero que a la hora de la verdad no es tan estéticamente original como parece (veanse las semejanzas con El perfume de Tom Tykwer o el Oliver Twist de Polanski).
Y es que esta obra será admirada por todos ya que posee claramente los elementos burtonescos por antonomasia, desde que aparece el logo de la Dreamworks y suena un órgano maligno sabemos que al menos no nos vamos a encontrar con una desfachatez parecida al planeta de los simios. Aun así toda la película suena a fórmula repetida, a fábrica burocrática o trabajo manual que saca moldes idénticos con el simple fin de satisfacer a un determinado público (juvenil) que tragará con todo aquello que lleve el sello de la casa Burton (también podríamos decir sello de la casa Tarantino).
Y no es que despreciemos el film de Burton porque sea un musical o porque el exceso de sangre sea evidente, nos quejamos porque Tim Burton es uno de los directores más personales y que mejor han sabido forjarse un espacio único dentro de Hollywood, entremezclando lo onírico con lo real, lo oscuro con lo luminoso, lo poético con lo grotesco. Estamos ante un cineasta en definitiva capaz de crear personajes tan carismáticos y socarrones como Bitelchus, impregnados de esa magia (tal vez ochentera) que tan bien funcionó en su etapa 1989-1999. Con la llegada del nuevo milenio, el genio de Burton se vino abajo, unas veces más otras veces menos, especialmente destacable es su novia cadáver y alguna que otra bienintencionada Big Fish, pero la etapa dorada parece estar cada día más desgastada.
Sweeny Todd no es una mala película pero desde luego no es una “joya gótica” como más de uno presupone por ahí, estamos ante un peldaño importante en la filmografía del cineasta norteamericano a la par que un bonito aburrimiento, por eso desde los hijos bastardos de Dios seguimos añorando esos tiempos en que niños decepcionados desenterraban cadáveres de perros para traerlos de nuevo a la vida cual Frankenstein canino.

lunes, 25 de febrero de 2008

Melinda y la incomprensión de su romanticismo

Ahora me centraré en una película del año 2004 del filósofo y director de cine ya mencionado Woody Allen. El nombre de la obra es "Melinda y Melinda", y también ha sido citada por mi compañero en la entrada titulada "¿Tragedia o Comedia?". No quiero hacer de esta entrada una pequeña crítica de la obra, como ya se sabe hay muchas en la red (aquí os proporciono una) sino que me interesa más hacer un pequeño estudio de la figura de la "Melinda trágica". A lo mejor es arriesgado, una especie de mal augurio, escribir dos entradas seguidas sobre dos mujeres del cine, pero no quisiera dejar pasar la oportunidad de hablar de estas figuras femeninas, que ya por sí solas me cautivan.

El personaje de esta Melinda es realmente curioso, además de fácilmente enamoradizo. Representa la mujer que no se preocupa por el futuro, sino que vive encerrada en sus sueños de romanticismo y locura consciente. Sabe perfectamente lo que le conviene, lo tiene al alcance de la mano, y lo desecha con un gesto de la mano, cual burgués en un restaurante que desecha la copa que se le ofrece por puro divertimento y desarrollo de su supuesto poder. Así, va dejando mostrar en el filme una personalidad que se declina fácilmente ante los encantos de la vida, y que se deja arrastrar completamente por sus pasiones, sin importarle demasiado las consecuencias. Muestra una exquisita debilidad, mezclada con cierta maldad, que la hace tan femenina como peligrosa. A todo esto habrá que sumarle un trágico pasado, que no desvela del todo hasta casi el final, envolviéndola en un aura de misterio, de peligro e impotencia, que te hace desear estar a su lado y amarla.

¿Cual es el problema de esta Melinda, que la lleva hasta ese aciago final? Pues que, durante todo ese periplo de infortunios que es su vida, no ha dejado de ser una niña mimada y consentida, que únicamente busca ese hombre romántico para sí. No cae en la cuenta de que precisamente en esa figura del hombre romántico que busca está también el de no poseerla a ella únicamente. Pero claro, esto no es comprensible desde el punto de vista de una chica que ha crecido siendo la "rubia potente" del instituto.

Ella persigue un ideal inexistente: Un hombre ávido de aventura y pasión que tan sólo se conforme con ella. Y esto, por muy especial que se nos pueda presentar la desafortunada Melinda, no es más que un sueño de una chica que se ha desarrollado en un mundo de algodones, y espera, cual
Cecily Cardew en la obra de Oscar Wilde "La importancia de llamarse Ernesto", un caballero que la rescate de sus aburridas clases de alemán y la lleve a desafiar ese mundo ignoto para ella.

sábado, 23 de febrero de 2008

Blade Runner. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?


Corría el año 1968 cuando un maduro escritor americano terminaba sin saberlo una de las novelas más influyentes dentro del campo de la ciencia ficción del siglo XX.
Nos referimos por supuesto al excéntrico y genial Philip K Dick y su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Es esta tal vez junto al Solaris de Stanislaw Lem la novela que forma los pilares centrales del acutal género de la ciencia ficción en la literatura contemporánea.
Catorce años más tarde y tras el éxito de crítica y público del libro de Dick, Hollywood se pondría manos a la obra y contratando a un publicista que en su haber tenia ya dos largometrajes (uno especialmente soberbio sobre un alien bastante malvado) mandaría elaborar un guión sobre dicha novela que vería la luz en su versión cinematográfica un día cualquiera del año 1982. Ya estaba todo preparado, acababa de nacer un mito, un diamante en bruto que como las grandes obras aguantarán estoicamente el peso inexorable del tiempo, como si de esta manera estuviese profetizando con su vigencia actual una de las temáticas del propio film.
Son muchos los estudios, y monográficos de los cuales ha sido objeto esta película, y se ha hablado y dicho mucho sobre la interpretación de los factores que forman Blade Runner, por eso desde los hijos bastardos de Dios sólo queremos hacer un homenaje a este clásico que en los últimos días ha visto salir a la luz una edición dvd en condiciones.
Hay obras que nacen proféticas, como si tuviesen la capacidad demoledora de adelantarse a su tiempo para hacer una radiografía de los tiempos venideros, pues bien, esta película fue la predecesora de la sociedad que seguramente se acerca cada vez más rápido hacia nuestros días, con una ambientación envidiable que mezcla lo oriental en lo occidental (como si eso no estuviese ya pasando) y que representa una ciudad oscura, lluviosa, nihilista y desesperanzada ( como si a eso ya no estuviésemos acostumbrados) y que además hace una jerarquización de los seres humanos divididos por normales, especiales y androides que desde luego ha venido representando a la civilización humana desde los tiempos más borrosos de la historia. Y es que Blade Runner es una obra maestra no ya tan solo por sus contenidos filosóficos y antropológicos sino por su repercusión en las futuras obras cinematográficas (vease todas las Matrix de turno, con mis respetos a los hermanos Wachowski). Ridley Scott, autor que personalmente me gusta más bien poco parece ser el causante y detonante de esta maravilla, aunque aun hoy muchos siguen pensando que está película la dirigió su primo.
Son muchas las diferencias, más bien insignificantes que hacen que esta cinta sea ligeramente divergente de su novela original, es llamativo que en la obra de Dick el término Blade Runner no aparezca en ninguna de sus páginas, en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? El personaje de Deckard es simplemente un cazador de bonificaciones, y el término fue acuñado por Scott de una novela de William Burroughs, que poco o más bien nada tenia que ver con la historia de los famosos replicantes. Otra diferencia es que en el libro estos replicantes son llamados androides o en su término despectivo andrillos, pero como he dicho anteriormente estos datos son irrelevantes, como lo es también que la película se desarrolle en Los Ángeles y el libro en San Francisco.
Pero centrémonos en su contenido filosófico que al fin y al cabo es lo que aquí nos interesa, es esta una película que explora los limites entre lo real y lo artificial (recurso muy utilizado en la obra dickiana) o el oscuro mundo de la muerte, será inolvidable esa última escena ya mencionada en este blog en anteriores entradas en la que el androide al borde del fin de su existencia aprecia más que nunca el prodigio de la vida. Y es que la proyección externa que produce contemplar la agonía de los últimos días de vida hace que esta secuencia sea recordada como un coloso de los clímax más poderosos y metafísicos de la historia. Mérito que debemos reconocer por supuesto a Scott ya que en la novela nada ocurre de esta manera. Y todo esto lleva al desencanto, al enfrentamiento contra lo divino, lo religioso ¿Y adivinan? ¡¡No es cosa mía pero vuelve a aparecer Nietzsche!!
En definitiva es esta una obra mítica que todos deberían apreciar detenidamente alguna vez en su vida, antes que el paso insoportable del tiempo haga estragos en nuestra existencia. Blade Runner o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Son obras artísticas bien diferentes, una sobresale en unos temas, y la otra se recrea en otros no menos interesantes, por supuesto hago un llamamiento desde aquí para que todo aquel que haya visto la película no baraje ni por asomo el dejar de leer la novela, pues ofrece esta gran cantidad de temáticas interesantes. Y por supuesto recomiendo encarecidamente toda la obra de Philip K Dick, que tan desastrosamente es despellejada anualmente en películas de una ínfima calidad. Me prometo a mi mismo hacer un estudio sobre Philip K Dick en un futuro no muy lejano, en un futuro en el que sea inevitable el hacer un escáner a la oscuridad.

jueves, 21 de febrero de 2008

Sade. Cuando Francia salpica de sangre a Europa.


La madre ordenará
esta lectura a su hija.


Tiranos despóticos, médicos que descuartizan vírgenes en sótanos oscuros, monjes depravados por la gula y la lujuria, aristócratas homosexuales con tendencias homicidas…todos estos caracteres recorren el mapa sadiano en busca del libertinaje como forma de vida hedonista subordinada a la perversión y a una jerarquizacion nada amable de la realidad.
Ante todo busco con este artículo el poner en el lugar que hasta hace muy poco e incluso a día de hoy se le ha negado a Sade, el cual desde que servidor se inició en sus lecturas ha considerado sin prejuicios como uno de los filósofos claves del periodo ilustrado. Y aunque el título que preside estas palabras no sea especialmente de mi agrado pues parece defender el lado mas hemoglóbico del autor francés lo dejaré tal cual por puro capricho estético. Y es que no son pocos los que me han hecho el cuestionamiento casi obsceno para mi persona, de la implicación del creador de Los infortunios de la virtud en actos criminales, violaciones y demás perversiones que no voy a entrar a discutir, pues no pretendo con este texto hacer un viaje por la vida del autor (que por cierto tiene mucho de interesante y ha influido en la temática de su obra mas de lo que se cree) sino indagar en los aspectos filosóficos y políticos que impregnan las palabras de sus libros. En definitiva, todo aquel que aun no sepa de que estamos hablando, lo invito a que haga un pequeño viaje al centro de la Wikipedia y se informe levemente sin profundizar en demasía sobre quien era realmente el Marqués de Sade.
Donatien-Alponse-Francois, marqués de Sade, nace en un momento histórico cultural (1740), destacado por el Despotismo ilustrado, tal vez sea este hecho el que le lleve a convertirse en un autor maldito. Problemático en su temática se ha convertido en un escritor mal interpretado y juzgado superficialmente sin ahondar en la complejidad de su mensaje. Es muy cómodo tachar a este revolucionario de la moral, de obsceno y pornográfico, cuando la pornografía ni si quiera busca un fin ético y mucho menos estético. ¿Pero a qué ética nos estamos refiriendo cuando hablamos de Sade? A esa misma que en la actualidad venimos llamando ética del deseo y que ya trataron autores como Nietzsche o Freud. Y es que la obra de Sade se construye a través de los impulsos, del totalitarismo y del abuso del más fuerte sobre el débil, para ello el autor francés nos presenta siempre al abusado como una víctima inocente, virgen si se prefiere y cuya carne puede ser anulada, y es que si de algo sabe Sade es de los abusos de poder, este proscrito expresa su odio por el tirano en todas sus obras, y lo presenta como un dictador (que Passolini convertirá en fascista) que no anula solo el espíritu sino también el cuerpo, la carne de sus súbditos. En la obra sadiana desaparece la noción de persona, y por vez primera mata a Dios de una forma moderna, el tirano sólo puede aparecer en una sociedad regida por leyes, según el divino marqués en un mundo anárquico jamás se daría el despotismo, solo la supervivencia como la entiende la naturaleza. Lo que Sade busca con su catálogo de perversiones, es dar un primer paso para convertirlos en objeto de análisis científico, para describirlos, para explicarlos: Freud todavía no habia nacido para explicar lo que Sade ya anticipa: que las desviaciones sexuales, aunque brotan en el individuo, de su apartado físico, derivan de hecho de la sociedad, contra la que el hombre se rebela para tratar de romper los frenos que pone a su deseo.
Y este deseo del hombre tiene en Sade por origen la naturaleza: sucesor de los grandes naturalistas y filósofos que habían iniciado el análisis de la naturaleza ciento cincuenta años antes, Buffón, Holbach, La Mettrie, el marqués de Sade defiende un materialismo para el que el individuo sólo es una molécula de una especie, y ésta una mas entre el resto de las que existieron y desaparecieron o permanecen, de las que existen y de las que existirán: la vida, como Buffón dice de los animales, no tiene mayor importancia para el orden de la naturaleza: la reproducción nace de la destrucción; en todas partes no hay más que tiranos, crueldad y salvajismo, y aunque reine la muerte y la destrucción, la vida no por eso disminuye, porque la naturaleza se encarga de llenar el vacío que producen.
Se entiende que estas teorías choquen con el subconsciente colectivo por lo que tienen de frías y antihumanas, pero como ya he dicho en otras ocasiones hay que dejar los prejuicios a un lado y salir en busca de la verdad aunque acabemos quemados, magullados, violados o anulados ¡¿Debemos ser un desgraciado personaje nacido de la pluma de Sade para conocer los infortunios y penurias de este mundo?!
Y que nadie nos tache de pesimistas y oscuros, pues no lo pretendemos, simplemente y como Sade también lo era, somos defensores de una realidad llena de sarcasmo y dolor, de ruido y de furia. Estamos en este basto manicomio y posiblemente como a la desdichada Justine, cuando hayamos alcanzado la felicidad nos visitará un rayo para partirnos en dos.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Si tuviera un tumor lo llamaría Marla

Porque... efectivamente, ella es "ese rasguño en el cielo de la boca que cicatrizaría si dejaras de darte con la lengua, pero no puedes."
Supongo que es el cariño -atrevidas palabras; peligrosas incluso-, tal vez el encanto de la desgracia. Quizá ese espíritu aventurero insatisfecho, esa pasión por lo ignoto, esa estúpida imprudencia. Acaso el cansancio de lo seguro, o la búsqueda de lo peligroso. Tal vez sólo es gilipollez. La cosa es que es tumor sigue ahí, y yo no tengo fuerzas para extirparlo.
Supongo que es porque no quiero, al fin y al cabo, ese rasguño me ha acompañado durante ya cuatro largos años. A veces más abierto, a veces más cerrado, pero ahí. ¿Por qué esa debilidad? ¿Por qué no dejar que cicatrice? ¿Acaso el miedo a perder?
Tal vez no es más que pura estética -me gustaría pensar que no-, o la más humana sensación de sentirte querido por más personas de las que te esperabas.
Una historia extraña -tragicomedia diría yo-, entre dos personas que nunca llegarán a entenderse, no llegarán a ser compatibles, a tener algo más en común que las ganas de discutir y el deseo de cambiar un poco el mundo... o huir de él.
Humo, tabaco, confusión, letras, palabras, risas y días grises. No se puede esperar otra cosa... Pero gusta tanto.
La peor de las sirenas, creo yo. La que con su canto no enamora, sino que simplemente te hacer sentir agradable en su compañía, aún sabiendo que no deberías hacerlo. Aún sabiendo que tu condena está en juego.
¿Y qué hacer? ¿Abandonar a persona tan especial para salvar tu alma? ¿Dejar de lado buenas intenciones -pues me cabe la esperanza de ello- por el mal pasado sufrido?
Marla, tiene el maldito don de complicarme la existencia. ¿El problema? Que me gusta que lo haga.

domingo, 17 de febrero de 2008

¿Por qué nos gusta tanto el cine?


Desde los no muy lejanos inicios de este blog, quien escribe estas palabras tuvo siempre en mente dedicar un espacio al maravilloso y siempre despreciado arte cinematográfico. Maravilloso pues no he conocido ni conoceré arma expresiva con mayor capacidad emotiva y que conjugue en una sola rama todas y cada una de las artes establecidas, ya sea literatura, fotografía, arquitectura, música y demás recursos narrativos. Despreciado porque el cine ya no es cine, se ha convertido en industria, en fuegos artificiales y en prolongados anuncios televisivos. Hoy en día parece dársele más prioridad al diseñador que viste la última estrella de Hollywood que a la carga moral de un travelling. Y es que la magia se va perdiendo, las películas de hoy no tienen ese regusto que revestía aquellas historias trágicas y apasionadas del blanco y negro de antaño.
Aun así servidor guarda la esperanza y salva un buen puñado de títulos emblemáticos que escondidos sutilmente entre matorrales van estrenándose en las grandes salas comerciales. Y no hablo sólo de cine independiente o de autor fabricado para gafa pastas de segunda fila (royo Isabel Coixet), hablo de productos provenientes de la mismísima meca del cine, aquella que llaman la ciudad de los ángeles y que cada año hace gala de lo buenos y ricos que son entregando una estatuilla dorada llamada Oscar.
Pero no es de celebridades de lo que me interesa hablar, sino de pasión. Esa pasión que se siente al ver una película y que realmente parece que no todos son capaces de experimentar, cuando hablo de cine hablo de esa emoción que Ed Wood ponía en cada una de sus películas, aunque a dia de hoy se le considere el peor cineasta de la historia. Y es que cuando hablo de cine, quiero referirme a ese androide al borde de la muerte que en sus últimos minutos de agonía se agarraba a la vida asegurando que todos esos momentos se perderían en el tiempo como lágrimas en la lluvia, me refiero al entrañable personaje de Charlot regalando flores a la vendedora ciega de Luces de la ciudad, a Drácula renunciando a la salvación eterna por su amor Elisabeta o a un grupo salvaje dirigiéndose al crepúsculo del oeste para salvar la sangre de un amigo.
En esto consiste el cine, en pequeños detalles que van configurando tu experiencia personal y que como una droga que recorre tu sangre va pidiendo más y más, hasta necesitar incluso dosis diaria.
Y es que cuando alguien hace esa peliaguda pregunta típica de por que nos gusta tanto el cine no puedo evitar recurrir a una cita de aquella película española titulada Arrebato que decía, “A mi no me gusta el cine, al cine le gusto yo”.

jueves, 14 de febrero de 2008

Los Cielos han gastado mi último suspiro

Nada. No eres nada, y te aterroriza la idea. ¿Tus sueños, tus proyectos? No es más que un montón de sueños y proyectos amontonados junto a otros tantos. ¿Porqué no haces nada? ¿Porqué no te levantas? ¡Ponte a escribir! Pero no puedes... El peso de la vana felicidad ahoga a las Musas.
La tranquilidad de tu dormitorio es la tumba de tus proyectos, la facilidad de tu vida es la imposibilidad de tu lucha. Se agota el tiempo, y tú sigues sin ser nada.
Como tú los hay a millares, pero lo que más duele es ver a otros peores que tú que han logrado la inmortalidad de un libro por el simple hecho de haberse puesto a escribir, destrozando tal vez la prosa en su incapacidad, pero logrando la publicación de lo que será su eternidad.
Ha pasado un año, otro más. Te haces viejo, ¿no te das cuenta? Vuelve a pasar un año, sigues igual. Abandona ya esa habitación, abandona la comodidad de tu existencia. Complícate, ¡vive! Busca los más básicos instintos, déjate seducir por lo más miserable de la existencia. Busca un aliciente a esa vida mediocre, de tantas otras, que llevas. Busca a las Musas en lo más profundo de la existencia.
¿Y al final? La Muerte, la agónica eternidad, el vacío, la Nada. Y una lamentación: Soy Nadie.

lunes, 11 de febrero de 2008

¿Tragedia o Comedia?


El título de este artículo me ha traído a la memoria una de las últimas películas del filósofo existencialista Woody Allen. En un diminuto café de de la ciudad de Nueva York dos dramaturgos discuten sobre el verdadero género que impregna nuestras vidas ¿Estamos recorriendo un desolado valle de lágrimas o por el contrario nuestra existencia se limita al slapstick, el mal gusto y la chorrada? Esta duda dualista entre el bien y el mal ha venido preocupando al hombre desde los tiempos más remotos, si bien la risa surgió como la resolución de una expectativa angustiosa en nada, podemos inclinarnos a vislimbrar un mundo cruel y horrible que utiliza la broma, la patochada y el golpe tonto como forma de liberación espiritual.
Y es que uno no puede evitar asomarse a la ventana de este planeta y comprobar lleno de angustia y drama las tragedias que a todos nos acontecen, teniendo como último desenlace el peor de los males. Pero lejos de ponernos desgarradores, si algo nos legaron los griegos fue el arte de vivir y la naturaleza vital del hombre en contraposición a lo horrible del mundo natural. El Ser lucha contra el devenir, el orden le gana terreno al caos y la luz entra en una encarnizada batalla contra las tinieblas. Es aquí donde el hombre mata a Dios para romper las cadenas de su destino y se embriaga de instintos primaverales y sueños narcóticos que lo llevan a un mundo de pureza e inmortalidad infinita.
Van aquí una serie de cosas que el hombre necesita en su lucha contra el no ser: carnaval, alcohol etílico, onanismo, sueño, orgía y banquete prolongado que en fusión con el paladar haga al mismísimo demonio envidiar la vida terrenal. Invoquemos pues al venerado Dioniso y unámonos en placentera armonía con la naturaleza, dejando que sean otros quienes expriman angustiosamente sus mentes. Y que como en aquella vieja película decían, no importa el que o el como, pues todo se acaba con un chasquido de dedos cuando menos te lo esperas.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La irremediable soberbia de las sirenas


De las orillas de la mar unas esbeltas piernas caminan hacia la arena, el sol calienta con fuerza y el horizonte oculta pequeños barcos de papel ¿Qué es lo que ocurre? Las sirenas han aprendido a caminar, ya no se limitan a ahogarnos en la profundidad de las aguas, ahora pasean entre adoquines por plazas y terrazas lanzando su canto elegiacamente bello contra ti. Y aun recuerdo como Ulises pedía que lo atasen al mástil de su barco para que al pasar por la bahía no fuese embaucado por estas desdichadas embaucadoras. ¡Oh, quien fuese Ulises para atarse en cada esquina de la urbe!
¿Y que hay de la soberbia con la que viajan? Todas presumen y se jactan de su belleza, sabiendo que son la hoja de doble filo con la que acuchillar, somos su alimento a la par que sus creadores, nosotros las educamos, al fin y al cabo no son mas que arcilla entre los dedos ¡el nuevo Prometeo ha nacido! Son el peor de los males, el peor de los dolores, aun pensando esto, nunca conoció quien escribe estas palabras dolor más hermoso.

lunes, 4 de febrero de 2008

La suave caida en el abismo produce monstruos


Ya no mereces vivir, tus ojos están envenenados del terror oscuro de la noche, ¡Grítame si miento! Has caído en la más profundas de las locuras, das asco y estás enferma, tu piel se pudre bajo los cielos tormentosos del desierto ¿Recuerdas aquellos días en los que el Sol nos iluminaba a todos? ¡No! Tu ya no tienes memoria, la borraste el día que la infección cayó sobre tus huesos, al igual que tu corazón está fría y congelada. Te lo advertí, te abracé y tapándote los ojos para que no mirases el abismo te susurré al oído aquellas palabras de viejo loco –No mires al abismo o el abismo te mirará a ti-
Pero tu curiosidad es mas fuerte que yo, me batió en duelo y me venció. Entonces miraste y te lanzaste estrepitosamente a la inmensidad de la noche, grité, pero ya sólo mi voz me respondió.
La suave bruma de tu sombra me persigue, corro y corro, me topo con trampas y mazmorras, cuerdas y cuchillos, pero mis piernas me traicionan llevándome a una fugaz vuelta a tu mirada ¡Esos ojos me engañaron, tus labios me besaron, mi carne con tu carne…ya sólo eran una, entonces me miré al espejo…Ya no merezco vivir, mis ojos están envenenados del terror oscuro de la noche, he caído en la más profunda de las locuras, doy asco y estoy enfermo.

sábado, 2 de febrero de 2008

El Ligero Peso del No Ser


Porque francamente es inevitable, no puedes evadirte de su presencia, y quien diga lo contrario ¡Miente! Yo os envidio, defensores de la vida, creadores de mitos y bárbaros cegados que corréis siempre hacia delante, pues bien…no tengo reparo en afirmar que siempre me vuelvo, que un día me transformé en piedra, un día en el que la infancia se truncó por el tiempo, en el que dejé de ser inmortal. Empezó la cuenta atrás, no te detengas pues es un error fatal. Aun así me dais asco con vuestras desgarradoras mentiras humanas, frívolos de lo material en circos de feria ¡Yo os maldigo! ¿Tan poco os importa que la nada llame a vuestras puertas? No tengo vergüenza en decir que a mi me aterra, y en el fondo se que a vosotros también, fíjate, tus recuerdos se esfumarán, es la perdida de la conciencia, dejas de ser Yo para ser menos que polvo, tu banco de enamorado en mitad de esa plaza se borrará de tu memoria, es entonces cuando te entierran, pero no con tierra ¡Ojalá! Son recuerdos lo que te echan encima. Los siglos pasarán y nadie alumbrará tus vivencias pues están en un rincón demasiado oscuro que ni el faro más luminoso es capaz de encontrar. Y aun así tu me dices que no te importa, que te da igual todo ¡Vives el presente y nada más! Tú no eres más que un Yonki de la vida, desintoxícate… ¿Y soy yo el atormentado? ¿El hijo desterrado que realmente no aprecia esta maravilla? No vivo mejor que tu, tampoco peor, sólo es mi alma que se preocupa por su ir y venir del carajo, tengo conciencia, tengo corazón y porque lo tengo siento, pienso, miento…Soy un desalmado con una venda mas gruesa que la tuya…Déjame preocuparme por nada, afortunadamente nos veremos en el Paraíso ¿O no?