lunes, 6 de octubre de 2008

Greta, corazón de latón. Final



La luna aparecía por el horizonte esmaltada en brillo. Greta quedó perpleja, como si nunca hubiese visto nada igual. Lo cierto es que era la primera vez que su disco duro almazenaba la información de una luna completamente iluminada y de una belleza tan abrumadora.
-¿Qué tal si vamos al restaurante de la calle doce?- Exclamó Don Jacinto mientras agarraba la mano suave y lisa de Greta. Las calles iban quedando vacías y la noche prometía fría y cruel con todo aquel que se aventurase a pasar las horas en la interperie.
-Preferiría ir a casa papá, te prepararía una suculenta cena y después dormiriamos abrazados toda la noche- Aquella idea iluminó por completo el rostro de Don Jacinto, ¡al demonio el restaurante y sus romanticismos pasados de rosca! Esa noche la pasarían en casa juntos, al fin y al cabo no podía ser peor que todas aquellas madrugadas en las que era acompañado únicamente por el estruendo de la soledad.
Cogieron el primer taxi que pasó por la avenida principal y volvieron a casa. Greta se puso el delantal y cocinó amorosamente para su cliente, perdón, quise decir para su amado.
El tiempo pasaba, la televisión iba exponiendo toda su programación al completo, unas veces gritaba, otras veces callaba, pero por lo general molestaba a Don Jacinto.
-¿Qué tal un poco de música?- Dijo esté mientras se incorporaba del viejo sillón situado frente a la bodega. Greta se encaminó hacia el sofá y descalza acarició su pelo mientras esperaba dulcemente las primeras melodias que invadirían la estancia.
-Etta James, tengo muchos discos de Jazz y blues ¿Sabes? Pero ahora quiero escuchar una canción que siempre me emocionó cuando estaba solo y que deseo compartir contigo- Explicó Don Jacinto con cierto tonto patético en sus formas. Greta lo miró entusiasmada, al fin y al cabo estaba programada para eso.
Don Jacinto agarró la aguja y la presionó contra aquel disco de vinilo antiguo de colección. Una voz femenina desgarradora embriagó el momento.

At last my love has come along
My lonely days are over
And life is like a song
At last the skies above are blue
And my heart was wrapped up in clover
The night I looked at youI found a dream that
I can speak toA dream that
I could call my ownI found a thrill to press my cheek to
A thrill that I have never known
You smiled, and then the spell was cast
And here we are in heavenAnd you are mine at last

Don Jacinto, dominado por la pasión se acercó a Greta como si de un principe azul se tratara. No importaba en absoluto que éste se encontrase en el ocaso de su vida, de que todas las tardes llamasen a casa las operadoras de seguros preveniéndole de que su existencia se acababa, de que seguramente ya sería aceptado como miembro de honor en el IMSERSO y de que en el metro los jóvenes le cediesen el asiento llamándole abuelo.¿Qué coño importaba ahora eso? Aunque se estuviese autoengañando a si mismo se sentía feliz, no recordaba ni a su ex mujer ni a sus hijos, egoistas y olvidados completamente del hombre que les había dado la vida.
Greta levantándose del sofá se acercó cuidadosamente, la canción gritaba un suspiro en una mezcolanza de dolor y alegría. Envolvía sus cuerpos, uno repleto de corazón y el otro de cables metálicos. Juntos, estaban juntos, agarrados el uno al otro, en mitad de un abismo demencial, iluminados por una desdichada luz que se apagaba.


The night I looked at youI found a dream that

I can speak toA dream that I could call my own


Seguramente aquel podía ser el momento más cinematográfico en la gastada vida de Don Jacinto. Gretá acarició la espesa y blanca barba de su viejo amor activándosele automáticamente el modo "lágrima" que en cuestión de segundos creó una diminuta y falsa gota de agua que salía al exterior desde uno de los expresivos y artificiales ojos del androide. El disco llegaba al final irremediablemente, la canción se apagaba con suavidad en contraste con el corazón de Don Jacinto que dejaba de latir a un ritmo desenfrenado...


You smiled, and then the spell was cast

And here we are in heavenAnd you are mine at last


Con la última frase se acababa la vida, con una voz de mujer sobre música debastadora se desvaneció el pobre viejo en brazos de una máquina fría y embaucadora. Aquello era un infarto, pero Greta lógicamente no sabía que ocurría. Don Jacinto caia muerto sobre la moqueta habiendo disfrutado de su último baile como nunca lo había hecho en su más nostalgica juventud. Su cadáver permanecería allí, tumbado en la misma posición durante tres largos dias, la memoria de Greta, sólo funcionaba con la respuesta inmediata preparada a los estímulos sonoros de las cuerdas vocales de Don Jacinto.
Semanas después los bomberos derribaron la puerta de la casa, los vecinos habian dado el aviso alarmados por el fuerte olor. Descompuesto, Don Jacinto se pudría en soledad, Greta, sentada en el sofá repetia una y otra vez la misa palabra -¿Papá, papá?- El sistema automático se habia conectado para buscar desesperadamente respuesta humana. Uno de los bomberos miró la estampa, en su interior un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Y si el acababa igual? ¡No, esas cosas no pasan! El cuerpo de Don Jacinto fue envuelto en sábanas con extremo cuidado. El bombero miró al androide y salío del lugar.


1 comentario:

Unknown dijo...

Bonito final.
Es curioso como el bombero se asusta pensando en que él podría terminar igual... ¿Qué diferencia hay entre morir solo y morir entre esposa e hijos? La putada, que es morirse, te va a venir igual.
Claro que después entramos en temas de autorrealización y estas cosas. Pero aún y así, si has cumplido el cometido que te has propuesto en la vida, y no estaba entre ellas tener hijos, una bella mujer, etc. ¿Qué problema hay?
Estos bomberos...