martes, 30 de diciembre de 2008

Sinfonía de navidad





Si algo sabía él es que no se puede luchar contra el deseo. Por eso aquella noche se dejó llevar, sin importarle en absoluto las reglas, sin importarle lo que él mismo pudiese pensar de su reputación.
Buscó la correa en el perchero y silbó como de costumbre. Clipo apareció a sus pies con aquella larga lengua, el pelo lo tenía limpio y suave, ¡Era un perro enorme por el amor de Dios! Sebastián sabía que un animal de aquellas dimensiones no era habitual en un estudio tan pequeño, lo cierto es que Sebastián no tenía una vida habitual.
Clipo comenzó a girar sobre sí mismo, -Tranquilo chico, tranquilo…- poco después ya caminaban por el parque, todo era blanco y frío. Sebastián no recordaba un invierno tan crudo desde hacia años. Los chicos lanzaban bolas de nieve a la altura del estanque, Clipo ladraba. Luego pasaron por el quiosco de prensa. Sebastián compró el periódico y algo de tabaco. El año se acaba en un abrir y cerrar de ojos, aquel era el titular que abría la prensa el treinta y uno de diciembre. Sebastián pensó que era estúpido, pero irónicamente tenia razón, no sólo el año, su vida pasaba a una velocidad de vértigo y aún no era consciente del todo.
-¡Clipo, vámonos!- Gritó enfadado, pero… ¿Enfadado con quién, con qué? Que iba a saber él, Sebastián se sintió irritado, de repente odió más que nunca las celebraciones de fin de año, los estúpidos programas de fiesta y las uvas enlatadas sin hueso. ¡Pues se acabó! Después subieron a casa, Sebastián estaba molesto si, pero no tenía miedo, tenía todo el derecho del mundo a estarlo. Se sentó y abrió el periódico sobre la mesa, pasaba las páginas nervioso, tras un largo rato llegó a los artículos finales, sección de contactos. No estaba seguro, al principio miró en la parte superior, mujeres solas como él buscaban amistad. Aquello no le daba buena impresión, además Sebastián nunca sería amigo de una mujer, era un precio demasiado caro y jamás se lo podría permitir.
Luego pensó que tal vez lo que él necesitaba era otro tipo de amistad, alguna que fuera falsamente encantadora. Además, seguro que aquellas mujeres solitarias en el fondo no eran más que hombres de espaldas anchas buscando sensaciones nuevas. Sebastián era delgado y feo, no podría enfrentarse a una situación tan incómoda como aquella.
Después miró en la esquina inferior de la hoja, “Señoritas”, aquella palabra estaba sobreimpresionada en letras mayúsculas y en color rojo chillón. Sebastián miró a Clipo, Clipo miró a Sebastián, como si ambos se conocieran en profundidad, escrutándose con la mirada Clipo parecía dar carta blanca a la situación que estaba por llegar, como si estuviese permitiendo a su dueño largarse de casa y pasarlo bien por una vez.
Pero Sebastián no estaba loco, no dejaría a aquel perro, no lo abandonaría y mucho menos en fin de año, era su única familia, su amigo y protector. Después buscó un rotulador rojo y volvió a la página del periódico, con un círculo dejó marcado un número de teléfono, lo cerró y se dispuso a preparar el almuerzo.




¡Maldita barba blanca! Le picaba toda la cara y hasta las cuatro no acababa su turno.
Además la entrepierna lo estaba matando, le apretaba y todo el rato tenía que estar tirándose del calzón, lo cierto es que la imagen de Papá Noel rascándose los cojones molestó al encargado.

-¿Lázaro puedes acercarte un momento?- Dijo este escondido en el mostrador de perfumería. Lázaro ya sabía de qué iba aquello, ahora le endosaría el sermón típico para después lanzarle la última advertencia.- Lázaro, escúchame unos segundos, porque te lo voy a decir una y última vez .Deja de hacer gestos obscenos que perturben el espíritu navideño… en el centro comercial no queremos un Papá Noel borracho y miserable, aquí lo que nos interesa es el amor que podamos transmitir a los crios ¿Me entiendes Lázaro?¿ Qué ocurre si los niños se asustan porque el Papa Noel que nosotros les ofrecemos es más grotesco que amable? Pues yo te lo diré Lázaro, ocurre que los crios no quieren venir y por lo tanto los padres tampoco ¿Y qué pasa si los padres no vienen? Pues que los padres no compran, es así de sencillo compañero ¡Así que deja de una puta vez de rascarte las pelotas y dale a la campanita para que los niños quieran venir como locos a comprar al centro comercial!- Lázaro miró al encargado humillado, habría deseado reventarle la cabeza de un pisotón, pero por un momento intentó hacer desaparecer aquella macabra idea de su mente. La barba le seguía picando.
-¡Ah y otra cosa Lázaro!, que sea la última vez que te veo tonteando con Marisa mientras estás trabajando.- Aquello era cierto sí, no podía negar que mientras repartía caramelos había estado tirándole los tejos a Marisa, la chica del mostrador de perfumes Dior, pero por el amor de Dios, aquella chica…deberían haberla visto, culito respingón, melena rubia, ojos azules, tan típica que aburría, pero tan morbosa que había sacado del celibato al mismísimo Santa Claus -¡Y ponte derecha la barba joder!- Dijo el encargado abandonando la sección de perfumería. Lázaro se acababa de convertir en un Papá Noel aplastado.
En cuanto acabó su turno salió del centro comercial no sin antes dedicarle unas insinuantes palabras a Marisa, por si anteriormente no se ha recalcado Lázaro rozaba los cincuenta, Marisa apenas era una niña a punto de cumplir los dieciocho. Intentó invitarla a tomar algo, pero ésta tenía prisa aquella noche, tal vez otro día. ¡Claro, era la noche de fin de año! Una chica como ella tendría cosas que hacer, no iba a perder el tiempo con un tipo que en la cima de su vida aun seguía trabajando vestido de Papa Noel.
Lázaro salió al exterior, las calles estaban iluminadas, la decoración navideña quemaba sus párpados. Buscó en el bolsillo y encendió un cigarro. Después paró un taxi y subió.

-A la calle de los descubrimientos- Dijo Lázaro rascándose la nuca.

-Está prohibido fumar caballero- Contestó el taxista con el rostro decrépito.

Lázaro lo apagó en el cenicero de la puerta derecha y miró por la ventana. Una extraña niebla la había tomado con la ciudad. El taxímetro volaba.

-Perdone que vaya tan despacio, con esta puta niebla no veo nada.- Exclamó el taxista.

Lázaro asintió sin decir palabra. Después pagó la carrera y entró en el bar de todas las noches. Allí, se encontraban los mismos tipos de siempre. Ni siquiera en fin de año habían cambiado su rutina. ¡Maldita sea!

-Un Hot Russian camarero- Gritó Lázaro aparentemente sofocado. Después se sentó en la barra y allí permaneció hasta bien entrada la noche.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La belleza en la edad del desencanto



Viene dándose últimamente; con especial reiteración, el modo de vida rápido, fugaz, frío...
como si de una forma aparentemente sutil, los habitantes de esta metrópolis moderna que todos llamamos tierra, hubiesen perdido el norte. Como si cegados por la luz verdosa de las farolas urbanas el sujeto moderno viviese en una especie de caverna aun más oscura que la planteada por Platón.
No es de extrañar que esta suerte de locura posmoderna, nos embriague hasta el desconocimiento más absoluto de nuestro ser, pues las realidades virtuales, el consumo despreocupado y esa forma de capitalismo abstracto que nos domina, no hacen otra cosa que crear en nosotros una serie de preocupaciones centradas tal vez en unas motivaciones, por llamarlas de alguna manera, más vanales.
¿Qué le está ocurriendo al ser humano? ¿Está olvidando esa profesión tan compleja que no es otra que la de “ser- humano”?
Y es que hace ya más de 2000 años, existió una civilización capaz de detenerse un instante y mirar con especial paz las estrellas del firmamento. Había nacido una cultura, había nacido la belleza, el amor, la filosofía y una magnífica forma de ver la vida. Fue allí justamente donde existencias memorables vieron la luz, almas preparadas para apreciar el cosmos en todo su esplendor se preguntaron sobre su situación en el universo y las dimensiones de este.
Entre estas almas destacaría Platón, pensador por antonomasia y creador de una de las filosofías más influyentes en la historia universal. No solo teorizó sobre la muerte, el amor o la política, Platón además fue todo un experto en dejar constancia de sus preocupaciones sobre la belleza. Y es que desde la posición de este humilde narrador uno se pregunta ¿Qué vigencia puede llegar a tener la teoría de las ideas platónicas en una sociedad fría y desencantada como es esta en la que todos nos encontramos inmersos?
Afortunadamente aun quedan resquicios de reflexión y pausa en este siglo de las luces, en las cuales los flexos de estas, ya están más que fundidas. Y es que desde aquí abajo uno intenta asomarse tímidamente a ese mundo inteligible, platónico y perfecto ideado por el pensador griego. Porque desde este lugar tan profundo, quien escribe estas palabras, aun sigue disfrutando de ese poder demencial llamado belleza.
¿Y qué es la belleza? ¿Podría en este caso denominarse mujer? Seguramente la belleza sea una cosa bien distinta aquí que allí, pero de lo cual no cabe duda es que sea belleza femenina o belleza arquitectónica, todas participan de la misma idea platónica de belleza.
¿Es por lo tanto la belleza una idea perdida en este mundo privado de valores? En absoluto, pues como Platón ya sabía, para que ésta exista debe partir de un tronco común, de una idea a la cual podamos recurrir estemos perdidos o no, estemos a la deriva en una embarcación medieval o en una jungla de cristal rodeada de Starbucks y Mcdonalds.
La idea de belleza es inmortal al paso del tiempo, eso es realmente lo que a un ciudadano de la edad del desencanto le consuela cuando entre pasillos y callejones disfruta de la sensible y peculiar armonía de un rostro femenino, en definitiva, de como esa idea inmóvil y perpetua que estará esperando por los siglos de los siglos, será visitada de nuevo por almas perdidas en épocas acabadas.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El Desconocido Final.


Se despidió del desconocido y ambos agradecieron el haber podido intercambiar una conversación tan grata.
-¡Adios compañero!- Dijo el extraño con una sonrisa en el rostro- Espero que nos volvamos a ver.
Simón sabía, y lo sabía muy bien que aquello jamás ocurriría, que sería la primera y última vez que vería a aquel extraño personaje, después se despidió y se asustó por haber sido tan amable en sus formas.


La ciudad a sus pies, eso pensó mientras caminaba por las zonas comerciales aun desiertas. Estaba cansado, con las manos en los bolsillos caminaba de forma cabizbaja, pensando tan sólo en Clara.
El autobus llegó pronto, saludó al conductor y se tumbó de forma descarada en uno de los asientos posteriores. Era el único ocupante que volvía a casa; el resto empezaba un largo camino hacia la monotonía, un largo camino hacia el infierno laboral. Se encontró con todos sus personajes de ficción. Mario, guarda de seguridad en un aparcamiento nocturno, milagrosamente había conseguido ese día el turno de mañana, cuarenta y cinco años, tres hijos y una madre enferma.
Laura, nacida en Colombia y empleada del hogar en una mansión señorial. Se encargaba de limpiar el culo a los hijos de uno de los Marqueses más importantes de la zona, representaba con sólo mirarla al neoesclavo de nuestros tiempos.
Jose Luís era un buen hombre, pero estaba en el paro y con la cincuentena llamando a su puerta. No esperaba ya mucho de la vida. En definitiva, aquella galería de perdedores pasaron ante los ojos de Simón como nunca antes lo habían hecho. Entonces se estremeció, le aterrorizó aquella visión tan cruel de la realidad, era como si estrujasen su cara contra un bordillo mugriento. Miró a través de la cristalera, el sol se dejeba ya ver con timidez; el día volvería a presentarse nuboso, lo sabía.
A las siete y cuarenta minutos de la mañana las llaves hacían contacto con la cerradura. Simón había regresado a casa. Clara seguía dormida, tenía el aspecto de una princesa hechizada. El frasco de pastillas rodaba en el suelo desparramando todas las píldoras de colores sobre la moqueta.
Simón la observó un instante, después la besó en la frente y se marchó a dormir.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El desconocido III.



Un gato silencioso pasó por el lugar.
-¡Miau!
-¡Los animales! ¡Los animales! Ellos heredarán la Tierra.
Simón miró al vagabundo desaprobando la idea.-Si amigo, yo he visto la nobleza en los perros, he visto el valor, la astucia y la virtud; sin embargo en los hombres, no he visto más que dolor, hostilidad y arrogancia- Exclamó el desconocido.
-Y libertad buen hombre, bendita libertad la de los hombres- Contestó Simón sorprendiéndose a sí mismo de seguirle la conversación al extraño.
-¡Libertad ninguna!
-Los animales no son más que frías máquinas, robots, autómatas creados por Dios para nacer, cazar, follar y morir.
-¡Máquinas!- El desconocido empezó a reir desmesuradamente.
-Lo son, jamás podrán elegir entre esta cosa y la otra, no son más que pura repetición, seres inútiles de la naturaleza.
-"¿Te creeh superioh verdad amigo?"
-Lo soy, lo somos...
-"Yo no soy superioh, mírame, soy la representación de la decadencia humana, la autodestrucción más insultante, restos de una civilización que se hunde...¿Con lo bien que empezamos en Grecia eh?"
-¡Un alma libre! Capaz de elegir entre vivir o morir, ese cigarro que tienes en la mano te acabará fulminando, tienes plena libertad de darle una última calada o tirarlo ahora misma, en definitiva, tu esencia se compone de voluntad, los animales no conocen ese término.
-¿Voluntad?
-Voluntad de vivir... ¿Y qué hay del poder de la creación, de la representación más bella? Del poder de fijarse en la mirada femenina, de crear obras de arte...¿Crees que algún día un gato será capaz de pintar la capilla sixtina? ¿De legar a la historia algo tan desmedurado y bello hasta el insulto como el Renacimiento?
-"Tu filantropía me deja asombrao"
-Yo no amo al ser humano, al contrario, lo detesto, me provoca ardores en el estómago hasta reventar. Te odio a tí y a todos los de tu especie, me odio a mí mismo y a lo más profundo de mi alma.
-"Amigo, deberias rezarle a Dioh pah que te ayude, estás más enfermo que yo"- Exclamó el desconocido sonriendo.
-Mi noción de Dios no puede ayudarme, es inútil.
-"¿Puedo preguntar que noción de Dioh es la tuya?"
-Dios es este árbol, es el agua que gotea contra el suelo polvoriento cuando la ciudad se abrasa, no es más que el aire que respiramos...
-Naturaleza...
-¡Eso es! La naturaleza es la única fuerza divina que yo conozco, el único poder que da vida y aniquila, ni reglas ni leyes son válidas para ese monstruo demencial compuesto de valles y océanos envueltos en cólera.
-Amigo, si en la naturaleza no hubieramo integrao esas leyes que tanto detestas, el mundo sería un caos abrumador, un mar de amargura incontrolah. El cirmen y las pasiones bailarían a sus anchas.
-¿No es eso lo que la naturaleza ansia?¿Acaso los animales no matan, masacran y desgarran?¿No ejerce su poder el más fuerte sobre el más débil?
-La vida sería insostenible amigo, la muerte nos acecharía en todo momento. El asesinato sería la única ley establecida.
-¿Crees que a la naturaleza eso le importa lo más mínimo? Tu no eres más que materia, átomos flotando en el abismo. Desaparecerás un día para ser sustituido por materia nueva, viniste de Dios y a Dios volverás,¡Ni ética ni moral, sólo principio de creación, destrucción y renovación! No somos más que una parte ignorada de este cosmos extraordinariamente desconocido.
-"Amigo tanta metafísica incontrolah me ha dao gana de meah"
-Tiene razón, la cerveza ya empieza a manifestarse desesperadamente...yo también iré.
Tras un callejón oscuro, dominado por la basura y el caos, Simón dejaba escapara al aire el chorro de alcohol inservible para poco a poco ir recuperando la poca cordura que originalmente poseía.
El desconocido por otro lado orinaba frente a uno de los árboles muertos de la vieja plaza.
Un cartel sobre alguna exposición de arte contemporáneo colgaba con desidia en una de las paredes donde se encontraba Simón apoyado; de manera casi inconsciente expulsó desorbitadamente las últimas gotas de ruso blanco sobre el panfleto de la exposición.
-¡He terminado!- dijo el desconocido limpiándose las manos sobre el sucio pantalón de pana que vestía. Simón lo escuchó, se cerró la bragueta y por un instante se preguntó quien podía ser aquel extraño personaje, de donde provenía...¿Qué historia apabullante podría relatarle sobre el pasado? El caso es que...¡Coño! las siete de la mañana en el reloj de la torre. No podía perder más tiempo, cogería el primer autobús y regresaría a casa antes de que Clara despertase. No quería más discusiones, por encima de todo amaba a aquella mujer...quizá ella no pensaba lo mismo, pero sinceramente...y como decían por allí "se la traía floja".


sábado, 1 de noviembre de 2008

El desconocido II.



-¿Cómo te llamas?- Preguntó Simón interesado.
-Oh, me llamo Klara, con K.
-Encantado Klara con K- Ironizó el joven escritor improvisando sobre la marcha- ¿Sabes? Me gusta tu corte de pelo, tiene mucha personalidad.
-Gracias, ¡yo misma me lo he cortado!
-¿En serio? La última vez que intenté arreglarme el tupé me hice un desnivel tan aparatoso en la cabellera que me tuve que rapar entero- Con esta frase Klara comenzó a reir de forma sincera. A Simón le gustó. Pocas semanas después ya habían quedado para tomar un café. Desde entonces han permanecido juntos sin separarse lo más mínimo.
Simón teclea demasiado fuerte al escribir, Clara entra en el cuarto.
-¿Podrías hacer menos ruido? Intento descansar- En ese preciso instante, justo a las 18:23 minutos Simón se pregunta dónde acabó todo. Cuando ocurrió que Clara se fue de su lado. Es una pregunta que dia tras dia trata de resolver, trata de descubrir a través del papel, pero aquello le puede, es demasiado agotador, al final siempre acaba escribiendo relatos pseudoeróticos sin ningún tipo de interés.
Como habia estado divagando antes, tal vez la culpa fuese suya, tal vez la culpa fuese de su puta forma de ser, de esa manera tan fría de actuar, aquella personalidad corrosiva que había dado a su personaje de escritor se había apoderado de él. Si, era como un caracol, un caparazón con el que se cubría y tapaba todos sus sentimientos. Ella queria comprension, ella se lo daba todo a él, se expandia y se preocupaba por proyectar su mundo interior, sin embargo él...él no era más que un libro cerrado.
A las once de la noche abandonó el estudio, Clara dormía profundamente con el bote de pastillas en la mano. Era un viernes, el fin de semana acababa de comenzar y en una ciudad del sur como aquella, era extraño que las calles no estuviesen abarrotadas de gente. Varias discotecas decoraban el lugar, ahora que lo pensaba jamás en su vida había salido solo a beber. ¿Pero por qué no? Entraría y apoyado en la barra pediría un ruso blanco, una vez bebido, le diria a la camarera que aquellos ojos lo habían inspirado. No quería conocer a ninguna mujer, simplemente deseaba que sus musas supieran por una y extraordinaria vez el papel que desempeñaban en el trabajo de Simón.
La noche era especialmente fria, en el local el humo era perpetuo, se encontró con algunos compañeros de clase, los saludó y estuvieron hablando largo rato, a las tres de la madrugada Simón no soportaba más el calor humano, desapareció. Paseó por el rio mientra miraba las estrellas, hacía exactamente una hora que habia tomado la última copa, en ese momento se maldecía por ser un alcohólico resignado.
-¡Por todos los borrachos del mundo!- Se decía a si mismo dando tumbos por los escalones. En uno de aquellos inesperados movimientos a punto estuvo de caer al agua. Nadie lo habría salvado, si, era un buen final para un escritor de moda como él, para un malnacido que no sabía absolutamente nada de la vida y que sin embargo escribia sin cesar. ¡Era un charlatan, un creador de palabras vacuas!. Como decian en sus años de estudiante un maldito hegeliano, vividor y tullido para el arte de las palabras.
Las calles estaban mojadas, pero no por la lluvia, aquello habría sido demasiado romántico para el momento, se conformaba con los hombres de la limpieza dando manguerazos de un lado para otro.
Un banco solitario lo llamaba en mitad de una de las plazas nocturnas de la ciudad. Iluminada con una sola farola que le apuntaba desde arriba, le daba al cuadro un aspecto marginal encantador.
Simón se miró las manos, las lineas, recordaba como una gitana le había dicho que moriría joven, pero el no la creyó, suponía que aquello no era más que una venganza por haberse negado a darle un mísero céntimo. Buscó en sus bolsillos, no le quedaba tabaco. Fue mientras estaba distraido cuando una voz de la lejanía acaparó su atención.
-¡Compañero! ¿tienes alcohol?- Exclamó dicha voz que provenía de un más allá aun por descubir. Simón levantó cansado el rostro, como si aquella cabeza suya pesara más que nunca.
Al hacerlo pudo descubrir una silueta a contraluz que apenas podía reconocer.
-No tengo ni una mísera gota amigo. El único alcohol que poseo es aquel que fluye por mis venas- En aquel instante, la silueta fantasmal se dejó ver; pero que sorpresa la de Simón al descubrir que aquello que tenía ante sus ojos no era ningún espectro, ni siquiera llegaba al título de visión imaginada por su intoxicación etílica.¡No! Aquello era una hombre, un ser de carne y huesos, alejado por completo de los estereotipos de papel que él mismo creaba.
-¡Necesito un trago!- Dijo el desconocido. Con abrigo concomido por el paso del tiempo y un pantalón rasgado, avanzaba lentamente hacia los ojos de Simón.
De mediana edad, su frente despejada chorreaba catarátas de sudor, le faltaban varios dientes que le hacían parecer un vampiro desmejorado de la antigua Transilvania. Un lunar de color negro decoraba su mejilla izquierda. Aquel pobre hombre era una de esas criaturas perdidas que pueblan el centro de las ciudades; un "homeless" como dirian los refinados ingleses.
En aquel banco y en aquel preciso momento sólo se podian apreciar las siluetas de Simón y el desconocido; nadie más se atrevía a hacer acto de presencia para el gran éxtasis intelectual que allí estaba a punto de suceder.-"No te vaya a creeh que esto es un porroh"- Comentó el desconocido señalando el cigarrillo que portaba en una de sus ásperas manos, como si debiera disculparse ante la presencia de Simón. -"Esto sólo eh tabaco de liah" -¿Tabaco de liar? Pensó Simón sorprendido. Aquel miserable era lo más lejano a la noción de estilo que habia conocido en su puta vida y sin embargo también liaba tabaco, el mundo cambiaba más deprisa de lo que él nunca habría imaginado. ¿Qué iba a fumar ahora? Si un sucio mendigo podía permitirse aquella licencia artística...Un dolor de cabeza atroz lo sacudió devolviendolo a la realidad.
-¿Sabe amigo?-Dijo el desconocido aspirando el humo fuertemente mientras miraba el cielo estrellado...-¿Este mundo de mierda nos debe algo verdad?- Simón intentó concentrarse en la pregunta del indigente para olvidar el dolor.
-Este mundo no es una mierda, es increiblemente hermoso-Contestó el joven escritor con evidente tono irónico. El desconocido dió una nueva calada y pensó un momento.
-"Tu te ehtá quedando conmigo, me estáh tomando el pelo. El mundo, repito, nos debe algo..."
-¿Y qué le hace pensar que yo no tengo todo lo que deseo? Soy asquerosamente rico, inteligente y para colmo no necesito ir arrastrándome para pedir alcohol por las esquinas...- En ese instante cualquier persona hubiese abofeteado a Simón, realmente era lo que se merecía, pero en este relato nunca dijimos que el desconocido fuese una persona normal, mediocre, de esas que no se las diferencia entre el sucio ganado.
-Amigo...-Exclamó el extraño respirando agitadamente. Un hombre sentado en este banco con la única compañía de su soledad, y más a estas horas de la madrugada tan bárbaras no es feliz- Simón, un escritor de éxito que presumía de conocer el diccionario al dedillo quedó perplejo, mudo, sin palabras. Entonces esbozó una sonrisa.- El ser humano es tan desagradecido...nunca conocí animal más cruel que el hombre-

miércoles, 8 de octubre de 2008

El desconocido



A tí te da exactamente igual todo, no puedo contar contigo para nada. Me ves encerrada en mi habitación llorando y ni siquiera te molestas en preguntar como me encuentro, en sentarte a mi lado para cogerme la mano. Vives siempre a lo tuyo, ¡No te inquietes! vaya a estropearse tu pacífica tarde.- Aquellas fueron las últimas palabras de Clara antes de cerrar la puerta con la ira de una tormenta.
Simón, que apenas se había enterado del por qué de aquella discusión seguia sentado en su mesa de trabajo, preguntándose si realmente era una mala persona, si en realidad le importaba un cuerno los sentimientos de ella y de todas aquellos a los que supuestamente quería. Tras un rato de reflexión se dió cuenta que no, que él no era cruel con el mundo, que no serviría jamás para interpretar el papel del personaje malvado.
Todo aquello venía de atrás, de tiempos remotos. Supuso que la frontera entre el sentir y el no sentir estaba muy difuminada. Simón era demasiado sensible, demasiado débil para enfrentarse con este mundo tan demencial. No podía evitarlo, cada vez que veía a una persona sufrir miraba hacia otro lado. Ya le habia pasado cuando en televisión emitian aquellos anuncios de niños sucios pasando hambre en alguna esquina maltrecha del planeta. También recordó el dia en que recibió la noticia de la muerte de su hermano, torpemente esbozó una sonrisa, su organísmo se bloqueaba ante las tragedias, no sabía como comportarse, como actuar ante una calamidad de aquel calibre.
Por eso escribía, era la única manera de reconciliarse con la vida, de dar una explicación sincera a todo aquello que explotaba en su interior. Miró la tapa de su última novela, estaba recien salida de la imprenta, una estupenda cubierta de cuero envolvía el manuscrito. "El desconocido" Aquel era el título de la obra, tenía toda la pinta de convertirse en un exito nacional. Su anterior libro habia sido una bomba en ventas, no entendía el por qué, tal vez fuese el escritor de moda. De lo que Simón estaba seguro es de que ni siquiera su lector más fiel sería capaz de entender una mísera palabra del contenido que realmente envolvian las letras de sus obras.
Personajes urbanos siempre, recorrían ciudades de un lado a otro realizando acciones mediocres, limpiando cristales, repartiendo latas de refrescos, cortando carne...ni uno de aquellos miserables prototipos de papel se salvaba de la sucia mediocridad contemporánea. Habían nacido según Simón con un único objetivo, trabajar y morir, lo que hiciesen mientras tanto no importaba. Si, toda aquella fantasía salida de la mente del autor no era más que una patraña, pues ni siquiera en sus peores momentos podía recordar una vida tan desdichada. Simón siempre habia disfrutado de una posición acomodada, papá era jefe de una importante empresa de automóviles y mamá, bueno, mamá era pintora, tal vez de ella había heredado su peculiar sentido artístico. Aunque odiase la palabra, el propio Simón se consideraba un snob, un gilipollas criado en un ambiente elitista gobernado por cerdos, por cerdos mentirosos, no muy diferentes a aquellos que poblaban las películas de fantasía y que iban vestidos con traje chaqueta.
En aquel preciso instante encendió el ordenador, Clara trasteaba al fondo, seguramente estaría buscando sus pastillas. Simón comenzó a teclear escribiendo sobre un inmenso monitor de alta definición. Aquel equipo le había costado un riñón, seguramente con ese dinero podría haber pagado la educación y salud de uno de aquellos mocosos de la televisión. ¡Pero que le importaba! Él era un escritor de exito y debía seguir alimentando aquel personaje de ficción que había creado. Frío, cínico, distante... esa era la impresión que debia dar cada vez que alguien lo entrevistaba. Su imagen pública era lo más importante, por eso siempre había fumado tabaco de liar, él lo consideraba un ejercicio de estilo, desde joven siempre habia pensado que aquello quedaba bien ¡Por Dios! Un joven escritor no puede fumar tabaco de paquete ¿Y donde vas con esos botines de oferta? Si quieres escribir o quieres ser un tipo carismático debes llevar unas converse desatadas, no olvides la barba de varios dias y un pendiente no demasiado llamativo en una oreja. Todo esto son pequeños detalles, pero lo del tabaco es primordial. Sobre todo, pon especial atención al liarlo, que todo el mundo vea bien como lo haces para que se percaten de que eres diferente al resto.
Fue de aquella forma como conoció a Clara, sentado en un banco del instituto liando un cigarro, (aunque por aquella época ella se hacia llamar Klara) era igual de hermosa que ahora.
-¿Hola?- Gritó ella con un brillo inocente en los ojos. Llevaba el pelo cortado como un chico y por supuesto unas converse color rojo chillón.
-Hola, ¿Qué tal?- Respondió Simón con especial indiferencia.
-¿Tienes un papel por ahí?- ¡Estupendo!, aquella chica era como él, poseía la suficiente artificialidad como para encandilarla con dos palabras. Miró en sus bolsillos y sacó el papel, mientras lo hacía se percató de que ella llevaba bordado un parche de tela en el pantalón. "Smells Like Teen Spirit" leyó Simón en voz alta.
-Decididamente Bleach siempre será mejor disco que Nevermind.
-¿Pero que dices hombre? ¡Serás la única persona sobre la corteza terrestre que piense de esa manera!- Realmente Simón no tenía ni pajolera idea sobre la discografía de Nirvana, lo que si tenía claro es que aquella chica poseía un encanto especial, y si no lanzaba algún comentario alusivo al Grunge, en primer lugar dejaría en evidencia su peculiar forma de vestir y en segundo, permitiría que Klara saliese volando en cuanto hubiese conseguido el ansiado papel que buscaba.

lunes, 6 de octubre de 2008

Greta, corazón de latón. Final



La luna aparecía por el horizonte esmaltada en brillo. Greta quedó perpleja, como si nunca hubiese visto nada igual. Lo cierto es que era la primera vez que su disco duro almazenaba la información de una luna completamente iluminada y de una belleza tan abrumadora.
-¿Qué tal si vamos al restaurante de la calle doce?- Exclamó Don Jacinto mientras agarraba la mano suave y lisa de Greta. Las calles iban quedando vacías y la noche prometía fría y cruel con todo aquel que se aventurase a pasar las horas en la interperie.
-Preferiría ir a casa papá, te prepararía una suculenta cena y después dormiriamos abrazados toda la noche- Aquella idea iluminó por completo el rostro de Don Jacinto, ¡al demonio el restaurante y sus romanticismos pasados de rosca! Esa noche la pasarían en casa juntos, al fin y al cabo no podía ser peor que todas aquellas madrugadas en las que era acompañado únicamente por el estruendo de la soledad.
Cogieron el primer taxi que pasó por la avenida principal y volvieron a casa. Greta se puso el delantal y cocinó amorosamente para su cliente, perdón, quise decir para su amado.
El tiempo pasaba, la televisión iba exponiendo toda su programación al completo, unas veces gritaba, otras veces callaba, pero por lo general molestaba a Don Jacinto.
-¿Qué tal un poco de música?- Dijo esté mientras se incorporaba del viejo sillón situado frente a la bodega. Greta se encaminó hacia el sofá y descalza acarició su pelo mientras esperaba dulcemente las primeras melodias que invadirían la estancia.
-Etta James, tengo muchos discos de Jazz y blues ¿Sabes? Pero ahora quiero escuchar una canción que siempre me emocionó cuando estaba solo y que deseo compartir contigo- Explicó Don Jacinto con cierto tonto patético en sus formas. Greta lo miró entusiasmada, al fin y al cabo estaba programada para eso.
Don Jacinto agarró la aguja y la presionó contra aquel disco de vinilo antiguo de colección. Una voz femenina desgarradora embriagó el momento.

At last my love has come along
My lonely days are over
And life is like a song
At last the skies above are blue
And my heart was wrapped up in clover
The night I looked at youI found a dream that
I can speak toA dream that
I could call my ownI found a thrill to press my cheek to
A thrill that I have never known
You smiled, and then the spell was cast
And here we are in heavenAnd you are mine at last

Don Jacinto, dominado por la pasión se acercó a Greta como si de un principe azul se tratara. No importaba en absoluto que éste se encontrase en el ocaso de su vida, de que todas las tardes llamasen a casa las operadoras de seguros preveniéndole de que su existencia se acababa, de que seguramente ya sería aceptado como miembro de honor en el IMSERSO y de que en el metro los jóvenes le cediesen el asiento llamándole abuelo.¿Qué coño importaba ahora eso? Aunque se estuviese autoengañando a si mismo se sentía feliz, no recordaba ni a su ex mujer ni a sus hijos, egoistas y olvidados completamente del hombre que les había dado la vida.
Greta levantándose del sofá se acercó cuidadosamente, la canción gritaba un suspiro en una mezcolanza de dolor y alegría. Envolvía sus cuerpos, uno repleto de corazón y el otro de cables metálicos. Juntos, estaban juntos, agarrados el uno al otro, en mitad de un abismo demencial, iluminados por una desdichada luz que se apagaba.


The night I looked at youI found a dream that

I can speak toA dream that I could call my own


Seguramente aquel podía ser el momento más cinematográfico en la gastada vida de Don Jacinto. Gretá acarició la espesa y blanca barba de su viejo amor activándosele automáticamente el modo "lágrima" que en cuestión de segundos creó una diminuta y falsa gota de agua que salía al exterior desde uno de los expresivos y artificiales ojos del androide. El disco llegaba al final irremediablemente, la canción se apagaba con suavidad en contraste con el corazón de Don Jacinto que dejaba de latir a un ritmo desenfrenado...


You smiled, and then the spell was cast

And here we are in heavenAnd you are mine at last


Con la última frase se acababa la vida, con una voz de mujer sobre música debastadora se desvaneció el pobre viejo en brazos de una máquina fría y embaucadora. Aquello era un infarto, pero Greta lógicamente no sabía que ocurría. Don Jacinto caia muerto sobre la moqueta habiendo disfrutado de su último baile como nunca lo había hecho en su más nostalgica juventud. Su cadáver permanecería allí, tumbado en la misma posición durante tres largos dias, la memoria de Greta, sólo funcionaba con la respuesta inmediata preparada a los estímulos sonoros de las cuerdas vocales de Don Jacinto.
Semanas después los bomberos derribaron la puerta de la casa, los vecinos habian dado el aviso alarmados por el fuerte olor. Descompuesto, Don Jacinto se pudría en soledad, Greta, sentada en el sofá repetia una y otra vez la misa palabra -¿Papá, papá?- El sistema automático se habia conectado para buscar desesperadamente respuesta humana. Uno de los bomberos miró la estampa, en su interior un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Y si el acababa igual? ¡No, esas cosas no pasan! El cuerpo de Don Jacinto fue envuelto en sábanas con extremo cuidado. El bombero miró al androide y salío del lugar.


domingo, 28 de septiembre de 2008

Secuencia Cortometraje

Parece que esta vez es la definitiva, y podemos decir que tenemos un cortometraje practicamente acabado entremanos porque a las pruebas nos remitimos, ya poseemos más de una secuencia completamente acabada en postproducción.

La historia es de lo más simple, y es un homenaje a los grandes cineastas del cine negro de los últimos 20 años. Esta secuencia presenta a uno de los personajes femeninos "asesina a sueldo" que mata a sus víctimas a través de unas técnicas de lo más especiales.

Esperamos presentar nuestro humilde corto acabado en cuestión de semanas.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Greta, corazón de latón. Parte III



Un largo pasillo de flores muertas, imagen grabada en la retina de Don Jacinto que hasta a día de hoy continua atrayéndole y horrorizándole al mismo tiempo. Camposanto únicamente iluminado por la frialdad de la luna ¿Pero que hago yo aquí? Se preguntaba por cada aliento que expulsaba mientras en sus manos portaba la vieja grabadora de sonido. El negro, aquel fue el color predominante en un cementerio en el que ni siquiera los cipreses olían a vida.¡A si, ya lo recuerdo, estoy aquí por ella, por Gloria! ¡Por sus muslos, por su piel suave y por la madre que la parió! El bueno de Jacinto esperaba al menos que cuando saliera de aquel infierno recibiera un apasionado beso como sólo había podido ver hasta entonces en las salas de cine del pueblo.
Tras cinco minutos de carrera y corazón luchando por salir de las entrañas, el joven Jacinto es sorprendido por un extraordinario ángel de piedra. Sobrecogedora lápida le da la bienvenida, a pesar del miedo que siente puede leer la inscripción tallada en el frío mármol. "María Elena Luna" nacida el veintitres de marzo de mil novecientos setenta y dos y fallecida a la edad de catorce años el quince de abril de mil novecientos ochenta y seis. "Corre imbécil, corre" Es lo único que Jacinto puede escuchar en su interior, dejando la grabadora sobre la tumba de la niña sale despavorido sin pensar en nada ni en nadie antes de volver a cruzar los jardines y saltar el muro blanco como sólo un atleta del África occidental, habría sido capaz de hacer. A la salida le esperan todos con rostros de idolatría, todos salvo Gabriel, que lo mira inevitablemente con el dolor miserable de un perdedor que sufre de humillación. Pero al joven Jacinto lo único que le importa es el abrazo que recibe de Gloria, su piel rozando desnuda contra la suya y sus superlativos pechos recordándole que aquello de visitar el inframundo ha merecido la pena. Ni que decir tiene, que todo quedó allí, aquella noche, en aquel lugar, sería la última vez que abrazaría a Gloria. Poco después ésta no sería más que un nombre en la larga lista de amantes juveniles del pérfido Gabriel.
Don Jacinto dió un golpe hueco y seguro contra uno de los muebles oxidados del baño- ¡Maldita sea! ¿Por qué? ¿Por qué a él le había tocado asumir siempre el papel de perdedor? Estaba seguro de que en la vida también se podía ganar, que ya sea por el camino del bien o por el camino del mal, el hombre es capaz de triunfar si se lo propone ¿Entonces?¿Qué le había llevado al fracaso más rotundo en todos los aspectos de su existencia? La cosa estaba clara, su tendencia autodestructiva que tanto había disfrutado en sus años de juventud y que seguramente le acompañaría hasta el fin de sus días.-¿Bueno, pero y qué?
Ahora tengo a Greta y puedo ser el hombre más feliz del mundo sin ni siquiera proponermelo. Se acabó, ya ninguna mujer será capaz de meterme en el más oscuros de los cementerios.
A las dos y medía de la tarde Greta y Don Jacinto se encontraban en la librería de la calle principal. Sección de filosofía ella, sección de cine él. ¡Quién se lo iba a decir! Su amor de madurez visitando los estantes del fondo, sí, aquellos que se agolpaban en la sección de matafísica. Durante años Don Jacinto había paseado por delante de aquellos libros siendo él único tal vez que se proponía abrirlos y leerlos. Claro que también en alguna que otra ocasión se había topado con seres de su misma condición, hombres mayores con aspecto desaliñado, barba y pelo blanco.
En los últimos años, (sobre todo desde que la RoboticCorporation había establecido varías sedes en el país) era muy normal encontrarse por la calle con parejas extraordinarias. Abundaban los hombres pequeños, calvos y raquíticos acompañados de grandes bellezas rubias de pechos neumáticos. La gente tenía mal gusto sin duda, ¡que ropa, que peinados, que mujeres! No cabía duda de que aquellas féminas apasionadas pertenecían a la estirpe de la piel sintética, como Greta, y que todos aquellos hombrecillos, los mismos que visitaban los estantes sobre metafísica años antes, habían dejado sus aficiones literarias por aquellas otras mucho más libertinas. Y es que, si hace treinta años se hubiese hablado de relaciones sexuales entre hombres y máquinas los habrían tomado por locos.
Don Jacinto agarró a Greta de la mano, habían salido de la librería por una de las calles comerciales más concurridas de la ciudad, hacía una tarde agradable y el olor a dulces se dejaba escapar por una de las tiendas de golosinas. Fue al girar la esquina cuando fueron a topar con una de estas parejas disparatas.
-¡Señor Troncoso!- Gritó Don Jacinto maravillado.
-¿ Don Jacinto? ¡Oh, que grata sorpresa!- Exclamó el hombrecillo de baja estatura con el cual fueron a parar.
-¿Cómo tu por aquí? Creí que habías abandonado la ciudad hacía unos meses.
-Así fue, pero ¿sabes? Mi esposa murió no hace mucho y me encontraba demasiado solo en aquella metropolis tan desconocida y grande para mi. Necesitaba volver a mis raices, al barrio donde al fin y al cabo me crié. El Señor Troncoso era el conserje del último colegio donde Don Jacinto daba clases. Hombre mayor y entrañable siempre había poseido un encanto natural y campechano con el resto de personas, claro que ese encanto jamás le habría servido para llevar a su lado la belleza que en aquel preciso instante agarraba su brazo.
-¿Y ella es? ¿Es que no me la vas a presentar?- Exclamó Don Jacinto con un tono irónico pintado en el rostro. Aquella mujer era de ese tipo de féminas que poblaban las revistas eróticas de los años noventa. Seguramente podría haber protagonizado cualquier capítulo de la mítica serie "Los vigilantes de la playa". El bañador rojo le sentaría de maravilla.
-Perdona viejo compañero, ella es Irene- Don Jacinto la saludó con solemnidad. De sobra sabía que se trataba de un androide, pero ni se le ocurría mencionarlo en público. En aquella sociedad fría e hipócrita nadie hablaba de las relaciones entre humanos y robots, era tema tabú, prohibido y generalmente vergonzoso para una raza humana que por cada paso que daba iba olvidando la verdadera esencia del amor.
Encantado Irene, me agrada mucho conocerla, ella es Greta.- Las dos androides se saludaron besándose en las mejillas con una ingenuidad asombrasa. Aquello provocó un sentimiendo de lástima que recorrió las venas del profesor. Lo que más desgarraba el corazón de Don Jacinto es que aquellas máquinas nunca serían capaces de preguntarse por ellas mismas, por su origen y por el lugar que estaban ocupando en el mundo.

lunes, 25 de agosto de 2008

Greta, corazón de latón. Parte II



-¡Greta, oh Greta! Sólo tú eres mi rayo de esperanza, no me dejes, soy viejo y estoy gordo, no es justo, aun me quedan cuarenta años de vida y tengo derecho a disfrutarlos ¿verdad? Nadie debe morir antes de tiempo, nadie debe morir cuando el corazón aun sigue latiendo.- Don Jacinto recitaba estas palabras mirando el cuerpo fibroso del androide, sabía que nadie lo escuchaba pero tener allí, justo a su lado, una silueta humana le reconfortaba, le llenaba de vitalidad y sentía que podría confiar todos sus secretos. Antes de terminar la operación de inicio, Don Jacinto leyó las últimas instrucciones, en el hueco del mando pedía el nombre con el que este gustaría ser llamado por el androide. "Papá", eso es...papá, justamente aquella sería la palabra con la que su nueva esposa Greta llamaría cariñosamente a Don Jacinto, él lo había decidido así y de aquella forma debía ser. Ahora sólo cabía esperar, cenar e irse a la cama, según el panfleto por la mañana el androide estaría perfectamente operativo, es más, si todo iba bien Greta sería quien le despertara y le preparase el desayuno. En realidad no deseaba una esclava, deseaba una mujer, una persona que le comprendiese y de paso calentase su cama. En aquella época tan jodida para algunos como es cumplir los cincuenta, la soledad podía ser un tormento.
-¡Buenos días papá!- El sol entraba por la ventana, Don Jacinto y su pijama de rayas eran visiblemente patéticos cuando despertaban, pero Greta afortunadamente no entendía de pudor, al fin y al cabo era una máquina y estaba diseñada para complacer. Una buena tostada bañada en aceite y café caliente componían un desayuno que la ex mujer de Don Jacinto jamás habría preparado con el mínimo de los cuidados.
-¿Greta?- Preguntó nuestro envejecido profesor a su nueva adquisición electrónica
-¿Qué te ocurre papá?¿Es que no te encuentras bien?
-¡Oh, para nada cariño! Estoy mejor que nunca, sobre todo contigo a mi lado.- Con estas palabras el rostro de Greta se vuelve sorprendentemente cándido, y sus brazos compuestos de piel sintética, acarician los hombros del viejo formando una extraña imagen.
-¿Quieres el periódico?
-¡No, no! Por favor...- El viejo Jacinto aun no daba crédito a aquella situación que hacia tantísimo tiempo había dejado de experimentar. Miró al androide de pies a cabeza y la metió en su cama. Ahora quería hacer la prueba definitiva, debía comprobar si era cierto aquello que decían en los anuncios de televisión, si acostarse con un androide era igual o incluso mejor que con un humano. El caso es que eran las nueve de la mañana y él ya no era una chaval, podía esperar a que las estrellas iluminasen de nuevo su habitación para retozar junto a su nuevo amor.-Oye Greta, ¿Qué te parece si me doy una ducha y te llevo de compras?
-¿De verdad papá? ¡Oh me haría tanta ilusión! ¿Sabes?,estoy deseando leer el último libro que escribió Stephen Hawking. Quedé realmente confusa con una de sus teorías más polémicas ¿Sabías que en los agujeros negros se viola el segundo principio de la termodinámica?, lo que dió pie a grandes especulaciones sobre viajes en el espacio-tiempo y agujeros de gusano...- Don Jacinto en aquel momento no sabía que sentir, por un lado le asaltaba el entusiasmo de estar ante una mujer de gran belleza física y capaz de interesarse por temas tan variopintos como la revolución copernicana o el paradigma darwiniano, pero por el otro todo le resultó tan artificial, aquella mujer, aquella máquina había sido programada con todos los conocimientos posibles para satisfacer al cliente, un cliente que no dejaba de ser él por mucho que se engañase.
-Greta, puedes ir terminando de arreglarte si quieres mientras yo me afeito.
-¡Vamos papá! ¿Lo olvidabas? Yo soy la mujer perfecta, ya estoy arreglada, no vas a tener que esperarme en absoluto.
-Vaya, soy un hombre afortunado.
-Eres el mejor hombre del mundo, por eso te quiero tanto- Aquellas palabras si le habían atravesado el alma, era justamente lo que siempre había querido escuchar y sólo había podido conformarse con imaginar.
El espejo del baño aun estaba rajado, el golpe fue de la última vez que él y su ex mujer habían discutido. Quince años de casados, hacía ya cinco que se habían divorciado. Laura que así era como se llama la madre sus hijos había sido sin duda una de las mujeres más importantes en su vida, pero el tiempo y la desidia habían convertido su matrimonio en un fracaso rotundo. Mientras tocaba su espesa y blanca barba Don Jacinto recordó el papel tan importante que habían ejercido las féminas desde que apenas era un niño. Ya en la escuela de primaria había recibido algún que otro golpe de las chicas a las que perseguía para verles las bragas, por no hablar de sus años de adolescencia, años que por cierto prefiere guardar en un cajón. Aun recuerda la fatídica noche del cementerio, si hacía un esfuerzo podía incluso memorizar el año, agosto de 2002, el tenía por entonces unos 15 años, al pueblo había llegado una chica nueva llamada Gloria, sus amigos y él quedaron entusiasmados con la idea de que esta hubiese entrado en la misma clase que ellos. Don Jacinto no podía evitar el recordar a aquella muchacha como el auténtico despertar de su fuego interior, pelo negro, ojos de enorme brillo y muslos increiblemente femeninos ¡que caderas!
-¿Por qué no vamos esta noche al cementerio en busca de las voces de los muertos?- Dijo la joven y peligrosa Gloria. Aquella chica desde luego no podía ser como las demás, es por ello que Don Jacinto quedó tan abrumado con su presencia.
-¿Al cementerio? ¿Pero quieres ir de noche?- Respondió otro de los muchachos que componía aquel grupo de flacos y feos estudiantes.
-Claro estupido, vamos con una grabadora y la dejamos encima de una lápida, así podemos volver al día siguiente y escuchar los mensajes de los espectros...
-¡A mi me parece genial!- Dijo Don Jacinto, que por aquella época era mucho más entusiasta que hoy.
-¡Callate gilipollas!- Le contestó Gabriel, un joven de su misma calle, que por que no decirlo lo doblaba en altura y musculatura.
-¡Chicos, chicos no os peleis! ¿Vamos a ir o no?- En aquel momento todos se miraron, nadie tenía el valor suficiente para entrar en aquel lugubre camposanto, pero ser más cobardes que una chica les pareció una ofensa peor. A las doce en punto de aquella misma noche, los mismos que habían estado parloteando en la plaza de la fuente se encontraban ahora justo delante de la gran muralla blanca e imponente que cubría los cipreses de aquel decadente y osucro lugar.
-¿Habeís traido la grabadora?- Preguntó la dulce y angelical Gloria
-Lo siento, no teníamos, lo único que hemos encontrado es esto. El bajito y redondo Antonio dejó ver un viejo e inmenso aparato de radio que ni siquiera en su época debió ser moderno.Todos se miraron con cara de resignación.
-Está bien, ¿Quién va?- Preguntó la chica- El silencio se apoderó del lugar, todos miraron hacia el suelo intentando evitar la situacion. Pero allí estaba el joven Jacinto, con las hormonas gritando, manifestándose con pancartas y gimoteando a los cuatro vientos- ¡Mira que piernas, llevatela a la cama! ¡Hazte el valiente, merecerá la pena, sólo es un cementerio, cuando vuelvas estará loca por ti!
-¡Yo voy!- Dijo Jacinto sin estar aun seguro de lo que quería hacer. Gabriel lo miró furioso, no podía permitir que un canijo fuese más valiente que él, pero al mismo tiempo pensó en como debía ser estar en mitad de aquel cementerio solo y perdido

martes, 29 de julio de 2008

Greta, corazón de latón



Sentado en su viejo sillón de mimbre miraba inquieto aquella caja de madera que descansaba frente al televisor.
Había estado esperando ese momento desde hacía tanto tiempo que ahora no estaba seguro de dar el último paso.
¿Y si retrocedía? ¿Y si llamaba al servicio de correos y les decía que aquel pedido no era para él? ¡Que se habían equivocado!
Don Jacinto, que así era como lo llamaban sus alumnos vivía en una pequeña casita adosada a las afueras de la ciudad. Profesor de literatura, estaba divorciado y tenía dos hijos de veinte y dieciocho años Su pelo blanquecino le recorría desde la coronilla hasta la parte baja del cuello, un bigote alargado y bien peinado le daba un aspecto extravagante que lo hacía parecerse a los grandes pensadores del siglo XIX.
Distraido, miraba con el rostro perdido las estanterías llenas de libros y por que no decirlo, de polvo que rodeaban toda la estancia. Hombre siempre muy ordenado, tenía archivados todos aquellos recuerdos del pasado con étiquetas fabricadas por él mismo. A la derecha se podía buscar cualquier novela hispanoamericana, en la parte izquierda y junto a la ventana, las obras universales de la literatura alemana descansaban con un aire de majestuosidad que ya nadie apreciaba.
Aquellas palabras estaban muertas, todos sus libros estaban vacíos, el silencio de la escritura no provocaba más que dolor de oidos. Se recordaba a sí mismo en medio de una de sus clases recitando los versos del viejo Baudelaire sin ser atendido por nada ni nadie...cómo habría deseado tener alas y salir volando de aquella escuela mediocre.
Volvió a mirar la caja, calculando su altura pensó que tal vez fuese demasiado alta. Debía medir al menos dos metros de altura. En el exterior la palabra "frágil" la protegía de cualquier golpe externo. ¡Dios mio, la tenía allí delante! ¡Al fin! Ahora sentía miedo, por un lado ardía en deseos de abrir ese gran envoltorio que tapaba su vista, pero por el otro el terror se apoderaba de él. ¿Sería tan real como decían? ¿Qué le diría a sus amigos sobre el lugar de donde había salido? Pensándolo bien nada importaba ¡él no tenía amigos!
Decidido puso los pies tensos y estirados, abandonó el sillón y con paso seguro se dirigió hacia la caja, dos grandes lenguetas cerraban con seguridad aquel envoltorio. Apenas llegaba a la parte superior, su estatura nunca había sido muy alta, es por ello que temía que le superase en altura...eso habría sido un error, habría jurado que en el impreso de solicitud había pedido una estatura no superior al metro sesenta y dos. En fin, aquello lo comprobaría de inmediato.
Al abrir las lenguetas un escalofrío aterrador le recorrió el estómago ¿Dejaría de sentir de una vez por todas aquel horrible sentimiento de soledad? No, realmente no creia que nada de eso pudiera suceder,el mundo era oscuro y solitario, la vida un devenir constante que acababa con un último suspiro sin esperanza¿Qué salida había pues?
¡Resignación! Justo entonces pensó que debía quemar todos los libros de Schopenauer.
Dejando todas sus teorias pesimistas sobre la vida tiró el plástico de burbujas que cubría una caja que ya desde dentro se notaba fuerte y duradera. Un crital envolvía la parte interior.Transparente, se observaba una silueta en su interior, distorsionada por las pompas de aire aun no podía observar claramente los detalles de aquel, su último rayo de esperanza.
Don Jacinto respiró profundamente y decidió retirar definitvamente toda la sábana de plástico...¡Allí estaba! delante de sus humedecidos ojos ¡Era tan hermosa como jamás habría podido imaginar! Efectivamente su altura no superaba el metro sesenta y dos, lo indicaba un panel lateral con una flecha roja donde venían impresas las medidas.
Sus ojos permanecían cerrados, como si aun no hubiese nacido, como si aun no fuese consciente de lo que era el mundo.
¿Qué hacer en aquel preciso instante? ¿Cómo activarla? Las instrucciones que miró detalladamente no venían en castellano, con su torpe manejo del inglés Don Jacinto retiró todos los cartones de alrededor y buscó en la parte trasera del androide el botón de inicio. Este se encontraba justo en la zona del orificio auditivo.
Un mando a distancia servía de memoria para dar vida a aquel cuerpo aun yerto. "Name" eso decía con letras de imprenta la dichosa pantalla verde del mando. En aquel hueco debía escribir el nombre al que respondería aquella mujer artificial, aquel magnífico cuerpo que aunque falso, sería el deseo carnal de cualquier hombre terrestre.
-Greta, asi te llamaré- Dijo Don Jacinto mientras apretaba discretamente el botón. En ese instante la miró a los ojos, aun cerrados estaban a punto de hacer todos sus deseos realidad. Un cabello negro y suave le llegaba hasta la parte baja del cuello. Rostro fino y piernas largas, tenía una piel no demasiado morena, siempre le habían atraido las mujeres de piel blanca.
Al hablar con el ingeniero le pidió que tuviese cierto parecido a Marlene Dietrich, estuvo dudando si hubiera preferido el rostro casi angelical de Michelle Pfeiffer pero tras ver en el último ciclo de cine "Sed de mal" no lo dudó dos veces, pasaría el resto de sus dias junto a una mujer idéntica en belleza a su idolatrada actriz de los años cincuenta.
Greta vestía un traje negro de gala y un collar de perlas blanco.Don Jacinto creia que aquella indumentaria era inadecuada y ridícula, pero la empresa encargada de fabricar los androides los empaquetaba a todos vistiéndolos de la misma forma. Afortunadamente, la tarde anterior, Don Jacinto se había preocupado de comprar varias prendas femeninas a su gusto para vestir la que iba a ser su nueva compañera de ilusiones.

martes, 15 de julio de 2008

Divagaciones de un misántropo sentimental. Final.



-¿Otros asuntos?
-Exacto, son muchos los temas que te preocupan...
-Si bueno, como a todos supongo.
-No lo creas, ahora el mundo vive despreocupado, ensimismado y falsamente comprometido.
-Aun así no creo que sea el único viviente del planeta comprometido con la causa.
-¿La causa? No te confundas Dante, tu no estás comprometido con nada ni con nadie, pero tranquilo, no he venido hasta aquí para juzgarte, es completamente normal que estés infectado por el germen del mundo posmoderno.
-¿El germen del mundo posmoderno? ¿Es algo así como una enfermedad contraida por el mordisco de un zombie?
-Más o menos si, estás infestado. Mirate bien, crees que eres especial, y ciertamente hay algo en tí que parece inclinarse hacia ese lado del espíritu, todos son extraordinarios a su manera. Pedro es un tipo genial, con unos principios realmente honestos, pero trata a sus allegados con desprecio. Al igual que tu, lo odias todo, y no sólo al imbecil que habla de Unamuno, que realmente es odioso, pero no es ahí a donde quiero llegar... en el fondo lo que vengo a querer decirte es que estás en un estado de desencanto francamente preocupante.
-Lo se, lo se pero...
-¡Pero nada Dante! No puedes vivir con angustia, ¿Cómo la llamabas, angustia vital?
-Si
-¿ Por qué ese nombre?
-No lo se, creo que...no tengo una explicación concreta a ese malestar, simplemente es un peso, una carga que de vez en cuando se deja notar sobre mis espaldas. Es la tensión que todos sentimos al vivir, al rozar nuestra piel con el asfalto de la vida...
-Entiendo
-En definitva, es sentir el puto mundo cayendo sobre tus espaldas
-Experiencias vividas les llamo yo...
-Ernesto, no me gustaría importunar pero...esta conversación parece estar tomando tintes de libro de autoayuda
-Dante, sólo he venido a concienciarte, no a consolarte...he venido a llevarme conmigo la angustia a otro lugar
-¿De veras? ¡Volvería a vivir como un niño!
-Los niños también sufren, odio la visión paradisiaca de la infancia
-Cierto, tienes razón, no cambiaria los miedos de hoy por los de ayer...
-Dante, en resumen...¡Sobrevive!
-Necesito una mujer para eso
-¡No digas chorradas! Si la necesitas búscala, pero no te quedes sentado viendo pasar el mundo como si fuese una de tus películas...
-¿Y que hay de Beatriz?
-¿Beatriz?¿Es que no la oiste? Te dijo que mirases al futuro, que el ayer no se puede salvar...
-¿También estabas a mi lado cuando iba sólo por la calle?¿Eres mi ángel de la guarda?
-Últimamente me han asignado como tu tutor personal...
-¿Quién te manda, Dios?
-Algo así, si...
-¿Estás diciendome que Dios no existe?
-Ese tema está vetado. Es aquel del que nunca hablamos...
-¿Por qué? ¿Es un Dios cruel y vengador?
-No podemos decir nada Dante, son las reglas, lo siento. Lo que si puedo adelantarte es que olvides toda noción cristiana de forma humana.
-¿Es extraterrestre verdad?
-Sólo te diré que pienses en formas geométricas
-Lo sabía, una esfera perfecta que flota en el aire con rayos cósmicos...¿Me equivoco?
-Dante...
-Está bien, lo siento Ernesto.¡Ah, una última cosa!
-Dime
-¿Cómo te sientes tras ver tu rostro convertido en una marca de moda más?- Tras estas palabras la figura del Che se desvanece ante mi atónita e incrédula mirada. A mi alrededor todos me observan perplejos, bocas abiertas, ojos expresivos.
-¿Con quien hablabas?- Pregunta Sol visiblemente asustada...
La noche prosigue, la gente se pierde por callejones oscuros, las tres de la madrugada en el reloj del ayuntamiento. Pedro me mira, sabe que la velada está siendo un fracaso. Lo he dejado solo con esta nave de locos mientras yo mantenia una conversación esquizofrénica con uno de los mayores revolucionarios de la historia.
Andamos sin destino aparente, el sueño y la desesperación se apoderan de mi. Sol agarra de la mano al que dice ser su novio. Me mira, nos mira...
-¿Por qué no entramos en esta discoteca?
¿Discoteca? Pienso para mis adentros. No piso una desde la última noche que besé a Beatriz.¿Qué demonios voy a hacer yo en una discoteca? Es como entrar en un nuevo manicomio...
-¡Entremos!- Dice Pedro completamente convencido. Lo miro, sabe que no me apetece en absoluto encontrarme con el tumulto de la noche ¿Qué pretende?
Tres minutos más tarde estoy solo, con una Heineken en la mano, me encuentro rodeado de un ejercito de muertos vivientes que se mueve a un ritmo frenético. Pienso que podria ser peor, me gusta el local, está decorado con originalidad y tiene un aire retrofuturista que me hace recordar el erotismo de Barbarella.
¡Maldita sea! La palabra erotismo siempre fue ligada en mi mente al nombre de Beatriz. ¿Por qué no soy capaz de borrarla? ¡Debo borrar los recuerdos! ¡Debo matarlos! ¡Asesinarlos, masacrarlos, degollarlos!
Bebo prolongadamente de la botella que tengo en la mano. Miro hacia atrás, puedo ver a Pedro hablando con un compañero de clase. Vuelvo a beber, a mi izquierda Sol mueve velozmente los brazos, parece estar discutiendo. Las luces se encienden y se apagan, el sudor se palpa y entonces...
I saw her standing there...I saw her standing there...¡I saw her standing there! Es preciosa, morena, piel suave, aun no la he tocado pero estoy seguro de que es lo más parecido a un ángel. En una esquina, sola, mira hacia todos lados ¿Está esperando a alguien? Claro que si, te está esperando a ti Dante. Fijate, es ella, es tu deseo...
la canción de los Beatles suena en el aire, me ha visto, sabe que voy hacia ella y sonrie. Me tapo los ojos con el brazo, esa sonrisa desprende demasiada luz.
Estoy viviendo dentro del rock, estoy viviendo dentro de una letra musical, apenas tiene diecisiete años, su aspecto es incomparable, ¿Cómo pretendía yo bailar con otra? ¡Oh cuando la ví allí de pie!...El corazón gira sobre si mismo revolucionado. Ella no bailará con otro, estoy seguro. Con el paso firme cruzo el tumulto hasta llegar a su lado, sobre mí se imprime un ritmo lento. Le agarro la mano, y entonces el reloj del ayuntamiento comienza a girar, ya el tiempo no pesa, el tiempo es suave y ágil, las manecillas se mueven a una velocidad de vértigo, como sus pies y los mios bailando un twist.
La abrazo, ahora se que ya nunca bailaré con otra, ¡Oh cuando la vi allí de pie! Entonces me doy cuenta, me percato de que estoy sobreviviendo, de que el Che tenia razón, de que no me he hundido aferrado al infierno. ¿Y Beatriz? ¡Oh, Beatriz es esta chica! Beatriz son los amaneceres en la playa, los viernes a la salida del colegio y los regalos de una mañana en navidad. Beatriz es una vieja película clásica susurrandote emociónes al odio, la luz de Vermeer, los soles primaverales, los amigos, los poemas de Lope de Vega, el vino dulce y la cerveza fria en verano. Beatriz es un bello recuerdo, Beatriz es el arte en estado puro, ella era la vida y yo estaba completamente cegado. Porque el mundo no sólo era ruido y furia, porque el mundo tenía nombre de mujer.

lunes, 14 de julio de 2008

Divagaciones de un misántropo sentimental. Parte II



Como dos espíritus libres practicabamos juegos sexuales en lugares repletos de vida...primero fueron las universidades, más tarde los viajes en tren...cualquier lugar era idoneo para dejar volar aquel caballo idomable, aquel corcel fogoso y rebelde que de nada le sirve los fuertes latigazos del cochero. ¡Oh que casualidad! Justamente estoy apoyado en una columna testigo de aquella pasión infinita, claro que desde la perspectiva que la veo ahora si que fue algo finita.
A las diez y media de la noche me encuentro sentado en un bareto de aparente estilo bohemio. A mi alrededor observo las mesas y sus ocupantes...clones salidos de fábrica visten camisetas viejas, faldas a rayas y peinados desaliñados, seguramente sean ese tipo de gente con especial aversión al champú de manzana, lucen orgullosos el rostro de una personalidad desbordante, de una originalidad única, ¿pero saben que? ¡No creo nada! No son más que unos ineptos con falsos e ilusorios sueños revolucionarios.
Con el odio recorriendo todos los huesos de mi cuerpo me tiro la cerveza encima, un viaje al baño lo solucionará. Nuevamente me encuentro con el inquilino del espejo. Me mira, lo miro... se rie de mi, limpio con jabón las ridículas manchas de mi camisa. El rostro de Ernesto Guevara aparece pegado en una de las paredes del que quizá sea el retrete más sucio de la ciudad. A su lado una foto rajada de partidarios carlistas, algo más a la izquierda escrito a bolígrafo, un mensaje que dice algo parecido a "la chupo mañana a las cuatro de la tarde". En fin, creo que este último rótulo es el más sincero de todos. Me divierto pensando que tal vez haya sido la misma persona quien haya pegado todas aquellas pegatinas políticas y ese último ofrecimiento sexual.
En mi mesa todos discuten aparatosamente, unas doce personas han dedicido hacer acto de presencia, la noche promete especialmente desastrosa. No conozco a casi ninguno de los rostros bobalicones que me acaban de presentar. A mi izquierda se encuentra Pedro, la única persona memorable del lugar, no es un viejo amigo pero desde hace un año nuestros lazos se han unido más que de costumbre, creo que puedo considerarlo un aspirante al título de persona respetable.
A mi derecha una chica me mira dulcemente, su nombre es Sol y es lo único que me gusta de ella...es arrogante, mezquina, hipócrita y astutamente femenina, habla mucho y no dice nada, su voz traspasa mis oidos provocando un escozor insoporable. Ha traido como acompañante al que parece ser su novio, calzonazos de profesión y con fuerte tendencia a la autohumillación. Al lado de esta se encuentra un tipo realmente curioso, ha venido de Madrid, gafas negras de pasta, perilla larga de viejo sabio y camiseta desencajada, es un pedante nato, desde que hemos llegado al bar no ha cerrado su repetitiva boca. Primero fue el cine negro de los años treinta, después la Nouvelle Vague francesa, y ahora profesa un culto desorbitado hacia Unamuno.¡Pero será gilipollas! Sólo ha leido un libro y ya se atreve a teorizar como si participara en el programa literario de los martes por la noche. ¡Es terrible!, la vida a veces da sorpresas francamente inesperadas.Para concluir, el tipo asegura tener una vida sexual plena y satisfactoria, y es más estimados lectores, insta al resto de comensales a que se le pregunte por sus intimidades de alcoba...Shakespeare tenía razón cuando describió el mundo como un vasto manicomio, un manicomio lleno de ruido y de furia.
La velada prosigue...las conversaciones vuelan de un lado a otro de la mesa, el viento calido de la ciudad se hace patente sobre nuestras nucas, de repente Pedro me mira, sabe que el tema que se encuentra encima del plato es especialmente suculento...
-El amor- Dice Sol mostrando orgullosa sus dientes-¿Qué opinas del amor Dante?
-Yo no creo en el amor...
-¡Por Dios, por Dios! ¿Cómo una persona con la que he mantenido tantas conversaciones de café sobre la belleza y las mujeres puede renegar ahora del amor? Una cosa...¿Sabeis lo que le ocurre a Dante? Que le gusta autoengañarse, de sobra sabe que el amor vive en él, pero lo aleja porque tiene miedo, porque, y aunque me duela decirlo, estamos ante un ser cobarde ¿Y tu te denominas un vitalista?- Pedro me mira con rostro seguro de si mismo. Me niego a creer en sus argumentaciones, pero milagrosamente las respeto. Puede que incluso tenga algo de razón.
-Yo tampoco creo en el amor-Habló el maestro de la perilla experto en Unamuno.
-¿Hoy estamos nihilistas, llamo a Nietzsche para que nos acompañe?-Pedro suelta el chiste intelectual perfecto para que todos caigan rendidos a sus pies. La mesa de norte a sur grita de risa enloquecidamente. Me siento desafortunado por estar sentado con esta bazofia de gente...
La segunda parte de la noche avanza lenta y bochornosamente, primero nos sentamos en una terraza, me pido otra cerveza, no, mejor un martini. Subo las piernas sobre la silla, no hablo, sólo escucho, alguien habla por teléfono, la ciudad está iluminada de un modo especialmente romántico, perfecta para ser fotografiada. Mientras el bullicio me rodea pienso en todo lo que me gustaria haber sido y no he conseguido, pienso en mis fracasos, en que me habria encantado ser músico y tocar el piano, en que podria haber sido fotógrafo. En ese momento aparece a mi lado un ser transparente, tan repentina como fugaz, su aparición apenas me conmueve, parece un espectro, soy el único que puede verlo, es curioso como la gente lo traspasa sin sentir absolutamente nada. Se acerca a mi pero no tengo miedo.
-Hola Dante- Desde cerca puedo observar como una barba morena no especialmente profunda le recorre el rostro.
-Ho...-la respiración me corta las sílabas que salen por mi boca.
-No te asustes, no vengo a llevarte al inframundo, solo quería mantener una pequeña conversación contigo.
-¿Eres el fantasma de las navidades pasadas?
-No exactamente, vengo del pasado si, pero siento decirte que estamos en verano, asi que tu predicción no es la más correcta.
-Oh, tu eres... eres...
-Si Dante, soy el Che
-¡El Che! ¡Esto es increible! Estoy sentado en una terraza de verano bebiendo un martini con el Che.
-Cualquiera diria que estás loco...
-¿Lo estoy?¿Realmente crees que estoy loco?
-Sólo soy un producto de tu imaginación, no puedo contestar a eso, pero si que me gustaría hablar contigo de otros asuntos...



martes, 1 de julio de 2008

Divagaciones de un misántropo sentimental. Parte I





Enciendo la radio, una vieja canción invade mi cuerpo haciendome ver el mundo desde otra perspectiva. Hoy le he mandado un mensaje, al igual que ayer... un mes ha pasado desde que dejase de contestar a mis llamadas. La tristeza recorre mi esencia por momentos, claro que por momentos también desaparece volviendome un ser extrañamente eufórico. Y sus rizos brillan por el cristal de mi ventana, pero ya no es ella, es el cruel reflejo de este sol maldito del sur.
Mi habitación está revuelta, hace varios dias que no piso la calle. Tal vez debería salir, sin nadie, dar un paseo en solitario, con el único acompañamiento de mis pasos.
Una camiseta a rayas servirá, botines sucios testigos de tantos andares, ciudad oscura envuelta en luz potente. Unas calles mediocres saludandome con sus resquicios rotos. Mientras camino observo las estatuas amenazantes que me apuntan con el dedo, y entonces llego hacia el comienzo de aquel pasado que se fue.
Una plaza y un banco, miro la estampa y recuerdo el momento, hace exactamente un año. Como dos espectros transparentes me descubro sentado con ella..ambos figuras fantasmales fundidas en un mismo abrazo.¡A la mierda! Como un cobarde escapo del lugar preso de un sentimiento frustrante.
Mi camino se dispersa, sentado en otra plaza, en otro banco, acabo iluminado por la luna rodeado de naranjos muertos. Estoy solo, definitivamente vuelvo a estar solo ¿Pero no es acaso esto lo que el hombre necesita? ¿No es la soledad el único remedio para encontrar la libertad? Intento convencerme a mi mismo pero soy demasiado obstinado en mis depresiones.
De vuelta a casa recorro los adoquines en zig zag, cualquiera diria que el alcohol da ordenes a mi espíritu. Soy un degradado y sucio borracho de esperanzas muertas.
Sordo entre los sordos, ciego entre los ciegos...estoy fuera de mi hasta que una dulce y delicada flor pronuncia mi nombre en la lejanía...
-¿Dante?-Los ojos en blanco delatan mi ausencia, mi falta de mundo...-¡Dante espera!- Grita con una dulzura rabiosamente insoportable. Oh mi Beatriz...¡Has vuelto a mí!
-Beatriz...-Le digo moviendo torpemente los labios.
-Si...creia que no te volvería a ver...- Será estúpida, sólo tenias que responder a mis llamadas
-Te he llamado cada dia pero...
-Shh, lo se lo se, no digas nada, ya sabemos que ese tema está más que acabado ¿Tu que tal estás? Te veo...te veo demasiado delgado- Sonrio poniendole una de mis mejores caras. Pido a Dios que me ayude en estos momentos de esquiva alegria. Miro tras ella, un grupo de amigos la esperan, miro tras de mi, ni siquiera mi sombra me sigue.
-Estás muy bien acompañada...
-Oh si, son unos viejos compañeros de la escuela, habiamos pensado en salir a tomar algo...Oye en serio, ¿Cómo estás?
-Estaría mejor si hubieses contestado mis llamadas
-Vamos Dante, olvidalo ¿Recuerdas aquella película? Si, la vimos juntos, esto es exactamente igual, quedate con lo mejor de todo lo que hemos vivido, no te empeñes en intentar que vuelva, es inútil...no se puede volver al pasado, recuerda que si miras hacia atrás corres el peligro de convertirte en estatua de sal...
-Claro Beatriz, lo que tu digas... tu siempre tenías razón...me voy.
-¿A donde vas?
-A mi casa, a dormir...no todos tenemos la misma capacidad cerebral para guardar en archivadores aquello que no nos gusta...
-Dante es una pena que te marches así...
¡Una pena! Si, es cierto ¡Me voy, me voy!- Me mira con ojos de animal abandonado en mitad de una carretera desértica. Me giro y continuo caminando en zig zag.
-Chao Dante...- Sus últimas palabras me rompen el alma ¿Chao Dante? ¿Eso es todo? ¿Un año compartiendo fluidos y ahora me dices un irónico y debastador "chao"?
¡Estúpida, estúpida!
Son las dos de la tarde, despierto en mi cama hambriento y despeinado. Música, necesito música...un clásico, Mile Davis para comenzar el mediodia bastará.
Enciendo el grifo, el agua cae bruscamente por los cristales humedos de la ducha. Como siempre ahí estoy yo, delante del espejo, mirándome, preguntándome quien coño es ese tipo que intenta traspasar el reflejo de mi ser...¿Es que acaso me conozco?
-¿Qué es lo que estás buscando Dante?- Me dice mi reflejo con mirada desafiante.
-Eh...-Nervioso me pierdo en mis propias palabras.¿Qué es lo que estoy buscando?-Supongo que la felicidad...
-¿La felicidad?¿Te refieres a ese estado inalcanzable y utópico para el espíritu?
-¿Utópico? Creo que no vas a poder convencerme compañero, desde el interior del espejo se deben ver las cosas muy oscuras...
-Iluso...Sabes que la felicidad no existe, ¿Crees que porque una sirena te haya besado vas a ser eternamente joven?
-Sólo quiero ducharme, no me apetece ponerme filosófico cuando estoy recien levantado...
-De acuerdo, de acuerdo, te dejo entonces...pero recuerda estas palabras viejo amigo..."El tiempo no es eterno".
Salgo de la ducha permitiendo que las gotas golpeen contra el suelo formando pequeños charcos a mi alrededor. Enciendo la televisión, la apago, me siento delante de este ordenador que tan poca estima me tiene e intento escribir un breve relato, ¿amor otra vez? te empiezas a repetir gilipollas.Afortunadamente tengo tiempo de descansar un rato antes de volver a vestirme y reunirme con todos los imbéciles de la clase de ingenieria para tomar unas cervezas.
A las diez de la noche espero en la plaza del ayuntamiento, ayer a esta hora aun no sabía que debia encontrarme con Beatriz dos calles más allá.
Ella era tan encantadora, aun recuerdo su rostro y su mirada penetrante. Había una asignatura que nunca llegué a comprender, pero allí estaba ella dispuesta a socorrerme. Lo cierto es que no sólo me salvó de suspender el curso, lo cierto es que me salvó la vida. La muy astuta rozaba su pie con mi entrepierna bajo las mesas de la biblioteca. Primero vinieron los bocados inocentes en el dedo, luego arrastraba su lengua por los poros de mi piel, al tercer dia mi entrepierna se alegraba de saludar a su diminuto pie de geisha.
-¡Hola! ¿Qué tal?- Le dijo el pie a mi ingle enroscandose lentamente hacia arriba.
-Oh...¿Sabes que yo ahora debería estar dormido?
-Lo se entrepierna pero...quiero jugar a la bella durmiente, esta vez tu harás el papel de bella y yo, pie pequeño y femenino me disfrazaré de principe azul ¿Qué te parece?
-Me parece que es hora de estudiar, estamos en una biblioteca y tu deberias estar enroscado en tu zapatilla...
-¡Entrepierna, no seas aguafiestas!¡Despierta! ¡Vive, renace de tus cenizas
!

jueves, 12 de junio de 2008

Autómata Sexual



Eres un gilipollas...
-¿Por qué no haces el favor de cerrar la boca?
-¡ Imbécil ! Llevas encerrado en esta habitación intentando escribir desde hace tres semanas y no has conseguido pasar de la primera hoja
¿Quieres la coca, tal vez eso ayude a tu creatividad?
-Cuando te lo propones eres experta en destrozar la paz de esta casa
-Bueno ¿Vas a contarme de que va tu relato?
-Es una historia de amor...
-¿Amor? ¿Pero acaso tu sabes qué es el amor?
-Supongo que es todo lo contrario a lo que tu y yo estamos viviendo.
-¿Por qué no me besas?
-La locura se está apoderando de ti ¿Lo sabes?
-¡Besame tonto!
Él la agarra por la cintura y la tira contra la cama, hace calor, la lámpara está fundida .Follan hasta que suena el timbre, ella se levanta. Está desnuda y su cuerpo chorrea sudor. En topless da la bienvenida a Elías que entra apartándola bruscamente.
-¿Dónde está Edgar?
-En la habitación...
La noche asoma por el sucio ventanal. Edgar tiene las sábanas cubriendo su entrepierna.
-Quiero ver tu relato- Dice Elías visiblemente alterado.
-Aún no está terminado, tendrás que esperar.
-¿Esperar? ¡Llevo esperando más de dos meses! Por Dios Edgar que es un relato, no estás escribiendo Ulises.
-Seguro que Joyce tuvo menos dificultades, yo estoy intentando ser sincero. Estoy intentando traspasar pensamientos al papel ¿Sabes lo desgarrador que puede llegar a ser eso?
-Ni lo se, ni me importa. No quiero escuchar tus estupideces de bohemio frustrado. Los de la revista me están dando el coñazo desde la semana pasada y ya no se como esquivarlos. Vamos, te estoy haciendo un gran favor ¿Has vuelto a esnifar?
-No me queda dinero para droga, y doy gracias a que la máquina está repleta de tinta, de lo contrario me veria obligado a escribir con sangre.
-Al menos cuentame de que va tu relato...déjame decirles algo a los de la editorial.
-Es una historia de amor.
-¿Amor?- Grita Elías haciendo vibrar toda la habitación- Tus historias siempre hablan de putas, drogas y miserias ¿Por qué te preocupas ahora por el amor?
-¿El amor forma parte de la vida, no crees?
-Claro, pero no de la tuya.
-Entoncés estoy escribiendo una utopía.
-Querrás decir distopía. El amor comienza como aquel sueño quimérico, iluso, inocente. Digamos que en él todo es color. Pero después se torna negro y sucio. Como una ciudad futurista venida a menos. El amor se convierte en decadencia Edgar.
-No se cual de los dos está más acabado viejo amigo.
-Bueno tu ya rozas los cincuenta, supongo que vas directo al agujero.
-Toco fondo si, pero si por casualidad este incesante dolor vital se prolongase más de lo que debiera, recuerda compañero que debes darme la cicuta como último remedio.
-¿Por qué no dejas tu cinismo para cuando hayas acabado el relato cariño?- Dice la hermosa Casandra visiblemente agotada.
-No consigo pasar de la primera página
-Leenos algo...
-No debo hacerlo.
-Vamos Edgar, no te hagas ahora el interesante, queremos hacernos una idea de lo que escribes...
-Está bien, pero ni siquiera estoy seguro aun de como va a terminar todo esto.
-¿Es que acaso alguien lo sabe?
- El relato empieza así... ...en un viejo tren que recorre el sur de Europa un jóven perdido en la inmensidad del paisaje mantiene una conversación imaginada con la chica que tiene sentada justo a su lado. Él la mira, aquel cuerpo de mujer era parecido al mismo que Botticelli había pintado para su Venus.Un aire mediterráneo recorria el rostro de aquel ángel hasta llegar a unos pechos y caderas que harían las delicias de cualquier hombre moribundo.
La observa endemoniadamente fijo sin que ella se percate, siente el aroma de su piel, percibe la magia de aquellos labios. El amor brota por las vias de la lujuria.
Sabe que nunca se fijará en un hombre como él, pero entonces ella le habla, sus palabras son alarmantemente seductoras.
-Realmente no estás enamorado de mí, ni siquiera eres capaz de amarme en tu imaginación. Lo único que te interesa es mi carne.
-¡Yo te adoro!
-No te engañes, mírate, reconoces perfectamente las cadenas que llevas en tu interior, no eres libre. Lo dejarías todo por mi. Todo por probar el pecado que la vista te ofrece. Eres un autómata, las pasiones te llevan, te absorven, has nacido preso en tu propio cuerpo. Eres un autómata sexual.
-Una bestia salvaje le destroza el corazón. Acaba de descubrir que nunca será capaz de enamorarse, que nunca encontrará la auténtica belleza de lo hermoso.
Elías interrumpe el discurso de Edgar, visiblemente afectado no comprende ese cambio de tématica a la hora de escribir.
-¿Amor y libertad?¿Estás loco? ¡Por Dios Edgar, esto es tu ruina, tu fin!- Casandra ríe con un aire de frialdad que recorre las paredes de aquella sucia habitación.
-¿Cuál es el título del relato?
-Lo voy a titular "Autómata Sexual" lo tengo decidido...
-Esta era tu última oportunidad de salir a flote y creo que definitivamente has apretado el gatillo. Todo el mundo esperaba tu próxima novela polciaca y has acabado por lanzar tu carrera al cubo de la basura. Has destrozado tu vida con un relato de diez páginas sobre un hombre que pierde la libertad individual cuando le entran ganas de follar.¡Edgar, ya hablaremos!- Elías dando un portazo se marcha de la casa.
Casandra abre las piernas y llama a Edgar con el dedo. Juntos jadean hasta el amanecer.

martes, 10 de junio de 2008

Una historia real. Parte II

Jean-Paul desesperado y embriagado de la gran fortuna que proporcionaría llevar a aquel engendro al Viejo Continente se decidió y pidió la mano a José Somoza, padre de la niña, el cual pensando siempre en la felicidad de su hija, concluyó siendo realista que no se presentaría otra oportunidad como tal para que su niña formase una familia y con alguien tan exitoso y con tanta garantía como el Señor Babbage, y, humildemente, terminó aceptando exigiendo además, un importante tesoro.Cristina Somoza no alcanzaba el metro y medio, cubierta en su totalidad de pelaje largo y negro como el azabache, además tenía el rostro desfigurado por una inflamación descomunal de la encía y la mandíbula proporcionándole un aspecto bastante simiesco. Creo que no alcanzaba por aquel entonces los catorce años de edad y a pesar de ser totalmente consciente de todo aquello que le rodeaba a penas pronunciaba palabra.Se casaron en una pequeña parroquia en la que hubo también que pagar abundantemente para que aceptasen casar por la Iglesia Católica a la ya famosa Cristina, ante la emoción de sus cinco familiares consternados por ver cómo por fin su Cristina comenzaba una vida normal y como se merecía.
En el viaje marítimo de vuelta Jean-Paul pensó encerrarla en el camarote para guardar así el secreto y la sorpresa hasta llegar a Moscú donde soñaba con presentarla ante los zares, la ató con una soga a la pata de la cama y le daba de comer en un plato que le colocaba en el suelo. En más de una ocasión, el poco afortunado con mujeres y solitario señor Babbage la montó por detrás mientras la azotaba para someterla y reía y disfrutaba llamándola "perrita" o gritándole al oído "¡Yo soy tu amo, me has costado una fortuna!" mientras ella callaba e impregnaba las sábanas en lágrimas.
Al llegar a Moscú tras una tónica como la descrita que se alargó durante meses, se apresuró por presentarla a la Zarina y ante todo el pueblo ruso que pagase su correspondiente entrada para entrar a Palacio a ver "El Eslabón Perdido". La vistió con inmejorables galas y trajes de seda, su mirada era siempre cabizbaja y realmente recordaba al semblante de un simio que ha crecido entre los barrotes de un zoo.
Por consecuencias del azar o por afirmaciones del destino, Cristina en pocos días comenzó a engordar, llevaba consigo un gran secreto dentro, pero que ya comenzaba a ser inocultable. Babbage cegado en su nuevo status social rodeado de toda una compleja aristocracia rusa tardó meses en relacionar los constantes vómitos de Cristina con la incipiente barriga que le asomaba monstruosa entre el pelaje. El monstruo está embarazado.
Tan pronto como desarrolló su evidente conclusión, el Señor Babbage corrió poseso hacia la celda donde malvivía aquella niña inocente, ni le habló, le pegó y golpeó como nunca había hecho anteriormente, ella sangraba y lloraba en silencio tirada en el suelo, mientras él le pateaba la barriga con rudeza y contundencia, tan sólo una pregunta escapó de sus labios agrietados, susurrando, casi un suspiro: ¿por qué?
Más de un mes estuvo Jean-Paul pensando en la imagen que daría de sí mismo teniendo un hijo con aquel engendro, todo lo que había conseguido en cuanto a fortuna y prestigio por la borda, sólo por la culpa de aquella estúpida y falta de carácter criatura. Rezaba fervientemente tres veces al día para que al menos Dios, su Señor, le salvase de aquella tragedia. Y tras poco más de un mes, cuando Cristina parecía que iba a parir de inmediato e irremediablemente y cuyo suceso se había filtrado a toda la sociedad rusa e incluso europea, Babbage, hombre inteligente para los negocios, se le ocurrió la única idea ventajosa que se le podía ocurrir dada aquella bochornosa situación: Decidió vender entradas a precios desorbitados para ver parir al Simio de Moscú cómo ya lo llamaban entre el populacho.
Enseguida se vendieron todas las localidades y llegó el día del parto, sobre el escenario del teatro principal de la ciudad. En primera fila: Babbage flanqueado por la exquisitez social rusa de la época. Sobre las tablas: Cristina, un prestigioso veterinario horrorizado por todo aquello y una ayudante de éste.
El parto fue provocado, para que nadie hubiese pagado en vano su entrada, y dado al pequeño tamaño de la madre fue extremadamente peligroso y complicado. Tras algo más de 3 horas de tensión, se comenzaron a oír silbidos entre el público y al fin el Doctor Ivánovna pudo tomar entre sus manos un pequeño ser, cubierto en su totalidad de pelaje impregnado y endurecido en sangre y, por supuesto, inerte. Cristina perdió demasiada sangre y fue trasladada urgentemente a Palacio donde murió horas más tarde.
Babbage en el graderío, comenzó a llorar y multitud de personas intentaban consolarle por la muerte casi simultánea de su esposa y su recién nacido hijo, aunque lo que no sabían es que cada lágrima que desperdiciaba el francés era a causa de una importante pérdida de fortuna, popularidad e incluso futuro.
Ya volviendo a Palacio, Jean-Paul tuvo su última esplendorosa idea la cual le salvaría de la pobreza para siempre y resolvería todas sus tristezas, nada más llegar, pidió hacerse cargo de los cuerpos inertes de su mujer e hijo y los llevó ante el prestigioso embalsamador Alexis Vukicevic, éste, conociendo el caso de Cristina Somoza y las riquezas del Señor Babbage pidió un importante precio por sus servicios y prometió poder venir a recogerlos ya terminados pasados tan sólo quince días.
Y así fue, pasada la quincena volvió el señor Babbage al taller de Vukicevic, allí estaban, la sorpresa de Jean-Paul era indescriptible, parecían tener vida, el color, la postura… ¡El disecado había sido perfecto!
De tal manera fue como Jean-Paul Babbage mantuvo su fortuna y prestigio durante el resto de su vida, la cual la dedicó a mostrar a la familia Babbage inmóvil y sin vida pero vestidos con inmejorables galas y recreando escenas de lo más inverosímiles y cómicas.
Y es aquí donde dejo de escribir, pues el anciano Señor Babbage, trae hoy a la Plaza de San Francisco, acá en Sevilla, al eslabón perdido y su pequeña criatura. ¡No me lo puedo perder!

Una historia real. Parte I


Jean-Paul Babbage era un hombre rudo de aspecto serio, de rostro agrietado, piel como de lodo castigado hacía ya tiempo por el Sol, hijo del mundo y patriota de ningún país, nacido, según contaba, en algún pueblecito marinero de la Aquitania francesa. El pelo negro, moteado por canas, la piel morena y una nariz grande y aguileña que atendía tanto al tópico galo que debería figurar en la bandera tricolor.
Se consideraba cazatalentos y viajaba por medio mundo buscando personas con un "don" especial, un extraordinario físico como podía ser una pareja de hermanos siameses, algún cuerpo con extremidades de más, o cualquier otra irregularidad enfermiza en el cuerpo de un ser humano. Los exhibía. De esta manera el Señor Babbage consiguió reunir una importante fortuna, siempre aspiró a ser aceptado por la alta burguesía de allá donde iba, ansiaba conocer monarcas y que su nombre traspasase fronteras por todo el mundo. Pero por aquel entonces otro nombre comenzó a circular de voz en voz, con más velocidad y rotundidad que el del propio Babbage, era el de Cristina Somoza, una niña de unos 13 años de edad, que habitaba en Méjico, ella, según decían, era el eslabón perdido entre el simio y el hombre, una sorpresa macabra de la naturaleza. Jean-Paul, pensó que no podría dejar escapar un negocio como tal y se apresuró en viajar hasta el país azteca para conocerla. Se apresuró para tomar el primer barco que zarpase hacia Méjico y para ello tuvo que trasladarse hasta Burdeos, curiosa sorpresa del destino que debiese volver a su provincia natal para precisamente partir hacia otro lugar aún más lejano. Aspecto elegante, escaso equipaje y nadie en el muelle que le dedicase una despedida. El gentío se apelotonaba en cubierta mientras él se dispuso a leer sentado El Banquete de Platón, obra que jamás leyó más allá de las dos primeras páginas, pero que orgullosamente exhibía en sus manos, con mirada interesada y asintiendo con la cabeza, al igual que con otros dos libros filosóficos que le regaló el socio con el que fracasó estrepitosamente en su último negocio.
El viaje se hizo largo y fatigoso pero sirvió para conocer a gente de la que le gustaba tantísimo al Señor Babbage, como un famoso joyero holandés y un prestigioso ingeniero que estaba participando en la construcción de un modernísimo transatlántico llamado Titanic.

La llegada fue deseada pero cual fue su sorpresa que nada más llegar y localizar a su ansiada joya pudo ver como el director de un circo norteamericano se le había adelantado y había ofrecido una importante suma a la humilde familia de la niña, el trato estaba prácticamente cerrado, Babbage intentó igualarlo e incluso superarlo, pero la familia mejicana estaba totalmente convencida y decidida a ser fiel a su palabra.