miércoles, 8 de octubre de 2008

El desconocido



A tí te da exactamente igual todo, no puedo contar contigo para nada. Me ves encerrada en mi habitación llorando y ni siquiera te molestas en preguntar como me encuentro, en sentarte a mi lado para cogerme la mano. Vives siempre a lo tuyo, ¡No te inquietes! vaya a estropearse tu pacífica tarde.- Aquellas fueron las últimas palabras de Clara antes de cerrar la puerta con la ira de una tormenta.
Simón, que apenas se había enterado del por qué de aquella discusión seguia sentado en su mesa de trabajo, preguntándose si realmente era una mala persona, si en realidad le importaba un cuerno los sentimientos de ella y de todas aquellos a los que supuestamente quería. Tras un rato de reflexión se dió cuenta que no, que él no era cruel con el mundo, que no serviría jamás para interpretar el papel del personaje malvado.
Todo aquello venía de atrás, de tiempos remotos. Supuso que la frontera entre el sentir y el no sentir estaba muy difuminada. Simón era demasiado sensible, demasiado débil para enfrentarse con este mundo tan demencial. No podía evitarlo, cada vez que veía a una persona sufrir miraba hacia otro lado. Ya le habia pasado cuando en televisión emitian aquellos anuncios de niños sucios pasando hambre en alguna esquina maltrecha del planeta. También recordó el dia en que recibió la noticia de la muerte de su hermano, torpemente esbozó una sonrisa, su organísmo se bloqueaba ante las tragedias, no sabía como comportarse, como actuar ante una calamidad de aquel calibre.
Por eso escribía, era la única manera de reconciliarse con la vida, de dar una explicación sincera a todo aquello que explotaba en su interior. Miró la tapa de su última novela, estaba recien salida de la imprenta, una estupenda cubierta de cuero envolvía el manuscrito. "El desconocido" Aquel era el título de la obra, tenía toda la pinta de convertirse en un exito nacional. Su anterior libro habia sido una bomba en ventas, no entendía el por qué, tal vez fuese el escritor de moda. De lo que Simón estaba seguro es de que ni siquiera su lector más fiel sería capaz de entender una mísera palabra del contenido que realmente envolvian las letras de sus obras.
Personajes urbanos siempre, recorrían ciudades de un lado a otro realizando acciones mediocres, limpiando cristales, repartiendo latas de refrescos, cortando carne...ni uno de aquellos miserables prototipos de papel se salvaba de la sucia mediocridad contemporánea. Habían nacido según Simón con un único objetivo, trabajar y morir, lo que hiciesen mientras tanto no importaba. Si, toda aquella fantasía salida de la mente del autor no era más que una patraña, pues ni siquiera en sus peores momentos podía recordar una vida tan desdichada. Simón siempre habia disfrutado de una posición acomodada, papá era jefe de una importante empresa de automóviles y mamá, bueno, mamá era pintora, tal vez de ella había heredado su peculiar sentido artístico. Aunque odiase la palabra, el propio Simón se consideraba un snob, un gilipollas criado en un ambiente elitista gobernado por cerdos, por cerdos mentirosos, no muy diferentes a aquellos que poblaban las películas de fantasía y que iban vestidos con traje chaqueta.
En aquel preciso instante encendió el ordenador, Clara trasteaba al fondo, seguramente estaría buscando sus pastillas. Simón comenzó a teclear escribiendo sobre un inmenso monitor de alta definición. Aquel equipo le había costado un riñón, seguramente con ese dinero podría haber pagado la educación y salud de uno de aquellos mocosos de la televisión. ¡Pero que le importaba! Él era un escritor de exito y debía seguir alimentando aquel personaje de ficción que había creado. Frío, cínico, distante... esa era la impresión que debia dar cada vez que alguien lo entrevistaba. Su imagen pública era lo más importante, por eso siempre había fumado tabaco de liar, él lo consideraba un ejercicio de estilo, desde joven siempre habia pensado que aquello quedaba bien ¡Por Dios! Un joven escritor no puede fumar tabaco de paquete ¿Y donde vas con esos botines de oferta? Si quieres escribir o quieres ser un tipo carismático debes llevar unas converse desatadas, no olvides la barba de varios dias y un pendiente no demasiado llamativo en una oreja. Todo esto son pequeños detalles, pero lo del tabaco es primordial. Sobre todo, pon especial atención al liarlo, que todo el mundo vea bien como lo haces para que se percaten de que eres diferente al resto.
Fue de aquella forma como conoció a Clara, sentado en un banco del instituto liando un cigarro, (aunque por aquella época ella se hacia llamar Klara) era igual de hermosa que ahora.
-¿Hola?- Gritó ella con un brillo inocente en los ojos. Llevaba el pelo cortado como un chico y por supuesto unas converse color rojo chillón.
-Hola, ¿Qué tal?- Respondió Simón con especial indiferencia.
-¿Tienes un papel por ahí?- ¡Estupendo!, aquella chica era como él, poseía la suficiente artificialidad como para encandilarla con dos palabras. Miró en sus bolsillos y sacó el papel, mientras lo hacía se percató de que ella llevaba bordado un parche de tela en el pantalón. "Smells Like Teen Spirit" leyó Simón en voz alta.
-Decididamente Bleach siempre será mejor disco que Nevermind.
-¿Pero que dices hombre? ¡Serás la única persona sobre la corteza terrestre que piense de esa manera!- Realmente Simón no tenía ni pajolera idea sobre la discografía de Nirvana, lo que si tenía claro es que aquella chica poseía un encanto especial, y si no lanzaba algún comentario alusivo al Grunge, en primer lugar dejaría en evidencia su peculiar forma de vestir y en segundo, permitiría que Klara saliese volando en cuanto hubiese conseguido el ansiado papel que buscaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tío. En mi opinión el relato (el formato)te traiciona. Si escribieses novela ya podrías publicar, aunque sea más dificil tienes que hacerlo porque al tener el relato corta extensión el mensaje, aun es quizás demasiado explícito, en novela se difuminaría un poco. Pero vamos por lo demás fluye como semen por la espina dorsal (esto último Guillermo debería adivinar de donde sale)

Unknown dijo...

No lo adivino, lo sé.

Con respecto a lo de la novela, estoy contigo. Además, así podrás disfrutar la desgracia de ver cómo no consigues hilarla como te gustaría. Es un delicioso suplicio que terminas pagando con tus personajes, volviéndolos a cada página más desgraciados.

En fin...

Una auténtica lipotimia de gusto, sí, el ver cómo continúas actualizando tu blog. Lástima no poder decir lo mismo, aunque me propongo ahora, desde Los hijos bastardos de Dios, a hacerlo a partir de ahora, comenzando por hoy mismo.
Un saludo a todos.