sábado, 1 de noviembre de 2008

El desconocido II.



-¿Cómo te llamas?- Preguntó Simón interesado.
-Oh, me llamo Klara, con K.
-Encantado Klara con K- Ironizó el joven escritor improvisando sobre la marcha- ¿Sabes? Me gusta tu corte de pelo, tiene mucha personalidad.
-Gracias, ¡yo misma me lo he cortado!
-¿En serio? La última vez que intenté arreglarme el tupé me hice un desnivel tan aparatoso en la cabellera que me tuve que rapar entero- Con esta frase Klara comenzó a reir de forma sincera. A Simón le gustó. Pocas semanas después ya habían quedado para tomar un café. Desde entonces han permanecido juntos sin separarse lo más mínimo.
Simón teclea demasiado fuerte al escribir, Clara entra en el cuarto.
-¿Podrías hacer menos ruido? Intento descansar- En ese preciso instante, justo a las 18:23 minutos Simón se pregunta dónde acabó todo. Cuando ocurrió que Clara se fue de su lado. Es una pregunta que dia tras dia trata de resolver, trata de descubrir a través del papel, pero aquello le puede, es demasiado agotador, al final siempre acaba escribiendo relatos pseudoeróticos sin ningún tipo de interés.
Como habia estado divagando antes, tal vez la culpa fuese suya, tal vez la culpa fuese de su puta forma de ser, de esa manera tan fría de actuar, aquella personalidad corrosiva que había dado a su personaje de escritor se había apoderado de él. Si, era como un caracol, un caparazón con el que se cubría y tapaba todos sus sentimientos. Ella queria comprension, ella se lo daba todo a él, se expandia y se preocupaba por proyectar su mundo interior, sin embargo él...él no era más que un libro cerrado.
A las once de la noche abandonó el estudio, Clara dormía profundamente con el bote de pastillas en la mano. Era un viernes, el fin de semana acababa de comenzar y en una ciudad del sur como aquella, era extraño que las calles no estuviesen abarrotadas de gente. Varias discotecas decoraban el lugar, ahora que lo pensaba jamás en su vida había salido solo a beber. ¿Pero por qué no? Entraría y apoyado en la barra pediría un ruso blanco, una vez bebido, le diria a la camarera que aquellos ojos lo habían inspirado. No quería conocer a ninguna mujer, simplemente deseaba que sus musas supieran por una y extraordinaria vez el papel que desempeñaban en el trabajo de Simón.
La noche era especialmente fria, en el local el humo era perpetuo, se encontró con algunos compañeros de clase, los saludó y estuvieron hablando largo rato, a las tres de la madrugada Simón no soportaba más el calor humano, desapareció. Paseó por el rio mientra miraba las estrellas, hacía exactamente una hora que habia tomado la última copa, en ese momento se maldecía por ser un alcohólico resignado.
-¡Por todos los borrachos del mundo!- Se decía a si mismo dando tumbos por los escalones. En uno de aquellos inesperados movimientos a punto estuvo de caer al agua. Nadie lo habría salvado, si, era un buen final para un escritor de moda como él, para un malnacido que no sabía absolutamente nada de la vida y que sin embargo escribia sin cesar. ¡Era un charlatan, un creador de palabras vacuas!. Como decian en sus años de estudiante un maldito hegeliano, vividor y tullido para el arte de las palabras.
Las calles estaban mojadas, pero no por la lluvia, aquello habría sido demasiado romántico para el momento, se conformaba con los hombres de la limpieza dando manguerazos de un lado para otro.
Un banco solitario lo llamaba en mitad de una de las plazas nocturnas de la ciudad. Iluminada con una sola farola que le apuntaba desde arriba, le daba al cuadro un aspecto marginal encantador.
Simón se miró las manos, las lineas, recordaba como una gitana le había dicho que moriría joven, pero el no la creyó, suponía que aquello no era más que una venganza por haberse negado a darle un mísero céntimo. Buscó en sus bolsillos, no le quedaba tabaco. Fue mientras estaba distraido cuando una voz de la lejanía acaparó su atención.
-¡Compañero! ¿tienes alcohol?- Exclamó dicha voz que provenía de un más allá aun por descubir. Simón levantó cansado el rostro, como si aquella cabeza suya pesara más que nunca.
Al hacerlo pudo descubrir una silueta a contraluz que apenas podía reconocer.
-No tengo ni una mísera gota amigo. El único alcohol que poseo es aquel que fluye por mis venas- En aquel instante, la silueta fantasmal se dejó ver; pero que sorpresa la de Simón al descubrir que aquello que tenía ante sus ojos no era ningún espectro, ni siquiera llegaba al título de visión imaginada por su intoxicación etílica.¡No! Aquello era una hombre, un ser de carne y huesos, alejado por completo de los estereotipos de papel que él mismo creaba.
-¡Necesito un trago!- Dijo el desconocido. Con abrigo concomido por el paso del tiempo y un pantalón rasgado, avanzaba lentamente hacia los ojos de Simón.
De mediana edad, su frente despejada chorreaba catarátas de sudor, le faltaban varios dientes que le hacían parecer un vampiro desmejorado de la antigua Transilvania. Un lunar de color negro decoraba su mejilla izquierda. Aquel pobre hombre era una de esas criaturas perdidas que pueblan el centro de las ciudades; un "homeless" como dirian los refinados ingleses.
En aquel banco y en aquel preciso momento sólo se podian apreciar las siluetas de Simón y el desconocido; nadie más se atrevía a hacer acto de presencia para el gran éxtasis intelectual que allí estaba a punto de suceder.-"No te vaya a creeh que esto es un porroh"- Comentó el desconocido señalando el cigarrillo que portaba en una de sus ásperas manos, como si debiera disculparse ante la presencia de Simón. -"Esto sólo eh tabaco de liah" -¿Tabaco de liar? Pensó Simón sorprendido. Aquel miserable era lo más lejano a la noción de estilo que habia conocido en su puta vida y sin embargo también liaba tabaco, el mundo cambiaba más deprisa de lo que él nunca habría imaginado. ¿Qué iba a fumar ahora? Si un sucio mendigo podía permitirse aquella licencia artística...Un dolor de cabeza atroz lo sacudió devolviendolo a la realidad.
-¿Sabe amigo?-Dijo el desconocido aspirando el humo fuertemente mientras miraba el cielo estrellado...-¿Este mundo de mierda nos debe algo verdad?- Simón intentó concentrarse en la pregunta del indigente para olvidar el dolor.
-Este mundo no es una mierda, es increiblemente hermoso-Contestó el joven escritor con evidente tono irónico. El desconocido dió una nueva calada y pensó un momento.
-"Tu te ehtá quedando conmigo, me estáh tomando el pelo. El mundo, repito, nos debe algo..."
-¿Y qué le hace pensar que yo no tengo todo lo que deseo? Soy asquerosamente rico, inteligente y para colmo no necesito ir arrastrándome para pedir alcohol por las esquinas...- En ese instante cualquier persona hubiese abofeteado a Simón, realmente era lo que se merecía, pero en este relato nunca dijimos que el desconocido fuese una persona normal, mediocre, de esas que no se las diferencia entre el sucio ganado.
-Amigo...-Exclamó el extraño respirando agitadamente. Un hombre sentado en este banco con la única compañía de su soledad, y más a estas horas de la madrugada tan bárbaras no es feliz- Simón, un escritor de éxito que presumía de conocer el diccionario al dedillo quedó perplejo, mudo, sin palabras. Entonces esbozó una sonrisa.- El ser humano es tan desagradecido...nunca conocí animal más cruel que el hombre-

1 comentario:

j.blesa dijo...

Qué rapidez! Desde luego cuando menos es lo que te dije en el correo, una placentera lectura, y despues de mis trifulcas con el Word me parece muy mucho.
/...se conformaba con los hombres de la limpieza dando manguerazos de un lado para otro/ Me ha gustado mucho Andrés. /...Aquello era una hombre, un ser de carne y huesos, alejado por completo de los estereotipos de papel que él mismo creaba/ ¿Habrá tercera parte?, porque el personaje me suena y sospecho que puede que quede lo mejor. ¿Qué haremos con el enemigo NO TIME amigo mio?