miércoles, 26 de noviembre de 2008

La belleza en la edad del desencanto



Viene dándose últimamente; con especial reiteración, el modo de vida rápido, fugaz, frío...
como si de una forma aparentemente sutil, los habitantes de esta metrópolis moderna que todos llamamos tierra, hubiesen perdido el norte. Como si cegados por la luz verdosa de las farolas urbanas el sujeto moderno viviese en una especie de caverna aun más oscura que la planteada por Platón.
No es de extrañar que esta suerte de locura posmoderna, nos embriague hasta el desconocimiento más absoluto de nuestro ser, pues las realidades virtuales, el consumo despreocupado y esa forma de capitalismo abstracto que nos domina, no hacen otra cosa que crear en nosotros una serie de preocupaciones centradas tal vez en unas motivaciones, por llamarlas de alguna manera, más vanales.
¿Qué le está ocurriendo al ser humano? ¿Está olvidando esa profesión tan compleja que no es otra que la de “ser- humano”?
Y es que hace ya más de 2000 años, existió una civilización capaz de detenerse un instante y mirar con especial paz las estrellas del firmamento. Había nacido una cultura, había nacido la belleza, el amor, la filosofía y una magnífica forma de ver la vida. Fue allí justamente donde existencias memorables vieron la luz, almas preparadas para apreciar el cosmos en todo su esplendor se preguntaron sobre su situación en el universo y las dimensiones de este.
Entre estas almas destacaría Platón, pensador por antonomasia y creador de una de las filosofías más influyentes en la historia universal. No solo teorizó sobre la muerte, el amor o la política, Platón además fue todo un experto en dejar constancia de sus preocupaciones sobre la belleza. Y es que desde la posición de este humilde narrador uno se pregunta ¿Qué vigencia puede llegar a tener la teoría de las ideas platónicas en una sociedad fría y desencantada como es esta en la que todos nos encontramos inmersos?
Afortunadamente aun quedan resquicios de reflexión y pausa en este siglo de las luces, en las cuales los flexos de estas, ya están más que fundidas. Y es que desde aquí abajo uno intenta asomarse tímidamente a ese mundo inteligible, platónico y perfecto ideado por el pensador griego. Porque desde este lugar tan profundo, quien escribe estas palabras, aun sigue disfrutando de ese poder demencial llamado belleza.
¿Y qué es la belleza? ¿Podría en este caso denominarse mujer? Seguramente la belleza sea una cosa bien distinta aquí que allí, pero de lo cual no cabe duda es que sea belleza femenina o belleza arquitectónica, todas participan de la misma idea platónica de belleza.
¿Es por lo tanto la belleza una idea perdida en este mundo privado de valores? En absoluto, pues como Platón ya sabía, para que ésta exista debe partir de un tronco común, de una idea a la cual podamos recurrir estemos perdidos o no, estemos a la deriva en una embarcación medieval o en una jungla de cristal rodeada de Starbucks y Mcdonalds.
La idea de belleza es inmortal al paso del tiempo, eso es realmente lo que a un ciudadano de la edad del desencanto le consuela cuando entre pasillos y callejones disfruta de la sensible y peculiar armonía de un rostro femenino, en definitiva, de como esa idea inmóvil y perpetua que estará esperando por los siglos de los siglos, será visitada de nuevo por almas perdidas en épocas acabadas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Esto es filosofía tío! Esperaba literatura amigo Andrés, no te lo tomes a mal yo mismo me menosprecio por contaminar lo poco que escribo con "theoria" malparida. No sé. Estaré cansado de las opiniones filosóficas malparidas mientras desayuno en el Corner o intento tomar clases de Ética. Malparir. Me ha gustado esa palabra. Será porque quizá expresa algo de lo que dices en tu texto. Gente alocada y estúpida hasta lo antiestético se arrastran por la ciudad para borrar un día de sus hediondas vidas. Y se cuentan por millones. Malparidos de hoy.
Me ha costado encontrarte, veinte años. Con tu visión estética-vital.


hediondo, da.

1. adj. Que despide hedor.

2. adj. Molesto, enfadoso e insufrible.

3. adj. Sucio, repugnante y obsceno.

Anónimo dijo...

¡Es filosofía si! No me gusta escribirla compañero,esto no es más que un trabajo de clase subido al blog para aparentar que sigo escribiendo de vez en cuando...

Unknown dijo...

¿Y porqué Platón? Bien sabes que no sólo comparto tu idea de belleza, sino que además procuro vivirla rayando en la manía. También opino que hay algo común en todos que nos hace saber que tal cosa es bella y tal otra no... Pero, ¿por qué Platón?

No te hundas en ideales amigo, porque si algo enseña la vida es que estos no existen y que, de existir, jamás los alcanzaremos. Precisamente lo hermoso de la belleza es su inmediatez, su instante. Esa puesta de Sol, ese perfecto cutis enloquecedoramente bien marcado, ese delicioso rayo de luz que entra por tu ventana jugando con el humo de tu cigarro no sería nada sin la conciencia de que tienes que disfrutarlo en ese momento, pues no sabes cuándo podrás volverlo a ver.
No te vayas al mundo de la muerte, porque, efectivamente, si de algo habló Platón fue de muerte.