lunes, 14 de julio de 2008

Divagaciones de un misántropo sentimental. Parte II



Como dos espíritus libres practicabamos juegos sexuales en lugares repletos de vida...primero fueron las universidades, más tarde los viajes en tren...cualquier lugar era idoneo para dejar volar aquel caballo idomable, aquel corcel fogoso y rebelde que de nada le sirve los fuertes latigazos del cochero. ¡Oh que casualidad! Justamente estoy apoyado en una columna testigo de aquella pasión infinita, claro que desde la perspectiva que la veo ahora si que fue algo finita.
A las diez y media de la noche me encuentro sentado en un bareto de aparente estilo bohemio. A mi alrededor observo las mesas y sus ocupantes...clones salidos de fábrica visten camisetas viejas, faldas a rayas y peinados desaliñados, seguramente sean ese tipo de gente con especial aversión al champú de manzana, lucen orgullosos el rostro de una personalidad desbordante, de una originalidad única, ¿pero saben que? ¡No creo nada! No son más que unos ineptos con falsos e ilusorios sueños revolucionarios.
Con el odio recorriendo todos los huesos de mi cuerpo me tiro la cerveza encima, un viaje al baño lo solucionará. Nuevamente me encuentro con el inquilino del espejo. Me mira, lo miro... se rie de mi, limpio con jabón las ridículas manchas de mi camisa. El rostro de Ernesto Guevara aparece pegado en una de las paredes del que quizá sea el retrete más sucio de la ciudad. A su lado una foto rajada de partidarios carlistas, algo más a la izquierda escrito a bolígrafo, un mensaje que dice algo parecido a "la chupo mañana a las cuatro de la tarde". En fin, creo que este último rótulo es el más sincero de todos. Me divierto pensando que tal vez haya sido la misma persona quien haya pegado todas aquellas pegatinas políticas y ese último ofrecimiento sexual.
En mi mesa todos discuten aparatosamente, unas doce personas han dedicido hacer acto de presencia, la noche promete especialmente desastrosa. No conozco a casi ninguno de los rostros bobalicones que me acaban de presentar. A mi izquierda se encuentra Pedro, la única persona memorable del lugar, no es un viejo amigo pero desde hace un año nuestros lazos se han unido más que de costumbre, creo que puedo considerarlo un aspirante al título de persona respetable.
A mi derecha una chica me mira dulcemente, su nombre es Sol y es lo único que me gusta de ella...es arrogante, mezquina, hipócrita y astutamente femenina, habla mucho y no dice nada, su voz traspasa mis oidos provocando un escozor insoporable. Ha traido como acompañante al que parece ser su novio, calzonazos de profesión y con fuerte tendencia a la autohumillación. Al lado de esta se encuentra un tipo realmente curioso, ha venido de Madrid, gafas negras de pasta, perilla larga de viejo sabio y camiseta desencajada, es un pedante nato, desde que hemos llegado al bar no ha cerrado su repetitiva boca. Primero fue el cine negro de los años treinta, después la Nouvelle Vague francesa, y ahora profesa un culto desorbitado hacia Unamuno.¡Pero será gilipollas! Sólo ha leido un libro y ya se atreve a teorizar como si participara en el programa literario de los martes por la noche. ¡Es terrible!, la vida a veces da sorpresas francamente inesperadas.Para concluir, el tipo asegura tener una vida sexual plena y satisfactoria, y es más estimados lectores, insta al resto de comensales a que se le pregunte por sus intimidades de alcoba...Shakespeare tenía razón cuando describió el mundo como un vasto manicomio, un manicomio lleno de ruido y de furia.
La velada prosigue...las conversaciones vuelan de un lado a otro de la mesa, el viento calido de la ciudad se hace patente sobre nuestras nucas, de repente Pedro me mira, sabe que el tema que se encuentra encima del plato es especialmente suculento...
-El amor- Dice Sol mostrando orgullosa sus dientes-¿Qué opinas del amor Dante?
-Yo no creo en el amor...
-¡Por Dios, por Dios! ¿Cómo una persona con la que he mantenido tantas conversaciones de café sobre la belleza y las mujeres puede renegar ahora del amor? Una cosa...¿Sabeis lo que le ocurre a Dante? Que le gusta autoengañarse, de sobra sabe que el amor vive en él, pero lo aleja porque tiene miedo, porque, y aunque me duela decirlo, estamos ante un ser cobarde ¿Y tu te denominas un vitalista?- Pedro me mira con rostro seguro de si mismo. Me niego a creer en sus argumentaciones, pero milagrosamente las respeto. Puede que incluso tenga algo de razón.
-Yo tampoco creo en el amor-Habló el maestro de la perilla experto en Unamuno.
-¿Hoy estamos nihilistas, llamo a Nietzsche para que nos acompañe?-Pedro suelta el chiste intelectual perfecto para que todos caigan rendidos a sus pies. La mesa de norte a sur grita de risa enloquecidamente. Me siento desafortunado por estar sentado con esta bazofia de gente...
La segunda parte de la noche avanza lenta y bochornosamente, primero nos sentamos en una terraza, me pido otra cerveza, no, mejor un martini. Subo las piernas sobre la silla, no hablo, sólo escucho, alguien habla por teléfono, la ciudad está iluminada de un modo especialmente romántico, perfecta para ser fotografiada. Mientras el bullicio me rodea pienso en todo lo que me gustaria haber sido y no he conseguido, pienso en mis fracasos, en que me habria encantado ser músico y tocar el piano, en que podria haber sido fotógrafo. En ese momento aparece a mi lado un ser transparente, tan repentina como fugaz, su aparición apenas me conmueve, parece un espectro, soy el único que puede verlo, es curioso como la gente lo traspasa sin sentir absolutamente nada. Se acerca a mi pero no tengo miedo.
-Hola Dante- Desde cerca puedo observar como una barba morena no especialmente profunda le recorre el rostro.
-Ho...-la respiración me corta las sílabas que salen por mi boca.
-No te asustes, no vengo a llevarte al inframundo, solo quería mantener una pequeña conversación contigo.
-¿Eres el fantasma de las navidades pasadas?
-No exactamente, vengo del pasado si, pero siento decirte que estamos en verano, asi que tu predicción no es la más correcta.
-Oh, tu eres... eres...
-Si Dante, soy el Che
-¡El Che! ¡Esto es increible! Estoy sentado en una terraza de verano bebiendo un martini con el Che.
-Cualquiera diria que estás loco...
-¿Lo estoy?¿Realmente crees que estoy loco?
-Sólo soy un producto de tu imaginación, no puedo contestar a eso, pero si que me gustaría hablar contigo de otros asuntos...



1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta parte si que me recuerda bastante a cierta noche que compartimos en la alameda, jeje, he de decir que me he sonreido en varias ocasiones. El regusto pasota fantástico. Seguiremos leyendo.