lunes, 2 de marzo de 2009

Flujo de conciencia. Simón

Supongo que estas palabras van lanzadas a la nada, pues el blog que aquí relleno, parece estar cada día más muerto, a pesar de todo, su conservación es vital para mi persona. No podría vivir sin él, sin ordenar aquí todos y cada uno de mis "relatos", relatos ya, que ni siquiera son dignos de ser llamados de tal forma, quizá no-relatos sea la denominación adecuada. Y es que ya no escribo para terminar, escribo para vivir, supongo que así se hace el escritor, (quede claro que escritor es quién escribe, no quién publica y/o vende libros) de esta manera, y reanudando la marcha, dejo aquí el primero de una serie de monólogos interiores, formados por la mente de varios personajes de barrio, como el tuyo, como el mio, como el de cualquiera...



Simón



Si lo pienso bien, si de verdad me esfuerzo y cierro los ojos… puedo llegar a reconocer que no me gusta este lugar. Desde mi ventana sólo se aprecia la oscuridad. Seguramente viva en el último edificio, de la última calle, de la última ciudad ¿Y más allá que encuentro? ¡El vacío! ¡El puto vacío llamando a mi puerta!
Realmente no se si al resto de mis vecinos les asusta, tampoco es que me importe demasiado, seguramente mis vecinos sean gilipollas y ni siquiera lo sepan.
El caso es que a mí, la oscuridad me conmueve, me revuelve las tripas y no me deja respirar. Recuerdo la última vez que me acerqué hasta ella, hasta los límites del mundo, donde todo acaba, donde el velo oscuro de lo desconocido comienza.
Había una vieja parada de autobús, ¿es la última? Próxima parada ¡la nada! ¡Y un cuerno para vosotros! A mi no me obliga nadie a bajar, iré caminando yo solito hasta allí, haciendo como que no me importa, como si fuese un vecino iluso más.
Lo cierto es que al rozar mi mano con la verja, fría y rugosa, el mundo no me parece tan agradable. Ni siquiera la arena amarilla que resplandece con el sol puede verse en aquella oscuridad.
¿Y a veces me pregunto como el hombre continua el camino? yo mismo lo diré ¡el hombre prevalece! ¡El hombre, resiste y no se hunde! ¡Jamás! ¿Y los suicidas? ¡Bah! Los suicidas, esa voz mezquina que les guía…eso no es humano ¡no lo es! Pero yo les comprendo, es demasiado cruel vivir rodeado de tanta oscuridad, de tanto abismo demencial. Por la mañana al menos ves la arena, pero si te acercas a la frontera al atardecer, el corazón se vuelca, se niega a seguir palpitando. De noche, si prestas atención puedes diferenciar las luces del aeropuerto, de vez en cuando los aviones pasan bajo, pasan tan bajo que su luz ilumina la oscuridad, y entonces descubres, que allí, en lo profundo, las mujeres venden su carne, venden su alma.
¡Oh, supervivencia! Incluso las ves bailar, a pesar de los pesares, de las desgracias, de lo sucio, de lo grotesco, las mujeres bailan en la oscuridad. A veces pienso en la guerra, en los soldados jugando a las cartas entre batalla y batalla, bajo un mar de bombas ¡jugando a las cartas! Como si nada, ellas juegan a las cartas cada noche, aunque tengan que subir a un coche y agachar la cabeza. Entre las piernas, entre los muslos, ¡entre el ruin placer! Ellas conocen la oscuridad mejor que nadie, y yo me admiro por su fuerza.
Tal vez porque ellas mismas sean la noche, porque el color de su piel es negro como la muerte. Un día debo acercarme y hablar ¡sólo hablar! Pulsaré el botón y el desesperante autobús me dejará allí, en la nada. Y una de ellas me sorprenderá y me sonreirá, y entonces yo me asustaré. Lo se, me asusto mucho, tengo miedo. ¡Tengo miedo! Es normal, vivir en este lugar da pavor. Ni siquiera quedan azulejos en la pared. Se ve el esqueleto del edificio. Y yo antes correteaba por estas mismas calles, saltaba en los columpios oxidados, prevalecía, ¡Ahora también lo hago!, pero me permito al menos el gusto de admiradme, de no dar crédito a lo pensado, a lo visto. A que el paso del tiempo es cruel y los que no mueren se arrugan. ¡Que crueldad vivir aquí! ¡Que obsceno!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Escribe, escribe por el mero placer de escribir. Da cierto brillo a la oscuridad.

Anónimo dijo...

Tío, en tú no-relato se puede respirar, esa respiración ahogada de etílico. De cuando llegas a casa de madrugada y todo el mundo duerme y tú te quedas extático ante el salón oscuro y vacio. Observando la nada como a un espejo. Porque sabes identificar lo que te inquieta y es obligación alimentarte de ello. Prevalecer. Y así, escribes.