sábado, 27 de febrero de 2010

Miedo y asco

“Por favor, dejen su felicidad junto al abrigo al entrar. Gracias.” Así rezaba, y aún lo hace, este blog en su cabecera. Y yo me pregunto qué le ocurrió, por qué fue abandonado a su suerte para que, tiempo después, llegara alguien como yo a recuperarlo de sus cenizas. Me siento extraño, como si fuera un superviviente de un incierto futuro que, metido en su cabina de mandos, violara la tranquilidad de este sitio que durante tanto tiempo fue descuidado. Algo así como cuando entras en una casa abandonada por su dueño como si este la hubiera cedido a las plantas salvajes que ahora dominan el jardín que antes era un lugar cuidado y floreciente.

Volviendo: Me pregunto si los encargados de este lugar han encontrado la felicidad y se han negado para siempre a colgarla en la percha por miedo a que se le escapara, esta vez para siempre. Se supone que tengo permiso para escribir aquí, pese a ello mi sensación de violador me acosa mientras lo hago.

Seré valiente y me permitiré colgar durante un tiempo mi felicidad, no creo que ella vuele más lejos de lo que ahora mismo se encuentra. Por lo que sé, tiene pánico a los aviones.

Todo esto me lleva a pensar en ese futuro incierto: Servidores repletos de espacios como este donde ya no hay dueños que lo mantengan, pero que siguen siendo accesibles por lectores anónimos.

Tal vez en esta posmodernidad extraña que nos ha tocado vivir la inmortalidad no está en un libro, sino en un lugar de internet.

El miedo y el asco eran antes los motivos por los que tres individuos nos metíamos aquí a escribir. ¿Ha desaparecido el miedo, tal vez el asco? ¿Qué motivos nos impulsan ahora a escribir, si es que mis compañeros siguen haciéndolo? Ya ni sé nada de ellos.

Tal vez ese futuro incierto no esté tan lejos. Tal vez este sea el futuro incierto de aquellos tres que antes llevaban todo esto. Desde luego puedo hablar por mí y decir que ni se me habría ocurrido en aquellos tiempos que algún día iba a publicar aquí en las condiciones en las que ahora lo hago.

Creo que ese miedo que todos compartíamos era el miedo a nuestro futuro y el asco lo dirigíamos hacia la que era nuestra vida actual. Bien, ¿debíamos tener miedo a convertirnos en lo que ahora somos? ¿Deberíamos seguir sintiendo asco?

He de decir que a mí las cosas me han ido bien y el asco ahora lo enfoco fuera de mí hacia todo lo que me rodea.

***

A cada palabra que escribo siento como si una nube de polvo se levantara. Es el polvo de mis recuerdos que traen a mi memoria un adolescente hormonado y cargado de energía contra todo, sobre todo contra sí mismo. El mismo adolescente que soñaba con convertirse en lo que ahora soy, más por fuerza de voluntad que por fortuna. Los mismos sueños que me hacían soñar con un futuro que ya ha pasado, un futuro que pasó con demasiada prisa.

Me gustaría sacar este blog del fondo de la estantería, como si fuera un libro que un día quisiste mucho pero que luego fue poco a poco siendo olvidado por otros que captaban más tu atención conforme madurabas.

Martín Edén, espero que sepas perdonarme.

2 comentarios:

Kiüs dijo...

Dicen que el miedo se va enfrentándote a él. Escribir sobre él puede ser una forma de enfrentarse.

El asco a veces desaparece sin más, te adaptas a lo que antes te resultaba asqueroso y puede incluso llegar a gustarte un poquito.

Espero que no, pero igual es lo que les ha pasado al señor Martín Edén y al señor Diógenes...

Bambú dijo...

Yo siempre he pensado que cuano peor se siente uno es cuando más creatividad tiene.