jueves, 31 de enero de 2008

El Lamento del hombre que no sabía escribir.



Es una experiencia tan dolorosa la del escribir, derramando sangre es la única forma de que te visiten las ideas, los textos, las palabras ¡Divinas Palabras!
Escurridizas y deslizantes todas aquellas que escapan por algún hueco entre el alma y el ingenio. Entonces te sientas y miras al papel en blanco, es mientras caminas cuando te viene la inspiración, es lo que suele pasar cuando ves tantas ninfas entre estanterías de libros y estrechos callejones, ¡Las musas! Como vienen se van, y tu llegas a tu diminuto espacio, donde un escritorio grueso de buena madera y una lámpara antigua te esperan pero…demasiado tarde, la inspiración ha desaparecido, como dijo aquel, siempre viene cuando no estás trabajando. Y el dolor vuelve a hacer mella en ti, estás en esa situación en la que tienes tanto que decir, tanto que expresar, es amor y pasión lo que escapa por tus poros, ¡Ideas. Ideas! Y vuelves a sufrir el castigo del escritor, sientes como la pistola te apunta directamente a la quijotera, es el personaje que nunca creaste, el narrador que sabia demasiado, está vez no te escapas amigo, ¡Bang! Y todas las palabras derramadas caen cuesta abajo como la sangre escapando por la rendija de una alcantarilla.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sé muy bien lo que es eso...
Puede parecer un comentario fútil, pero es que para eso están las agendas.
Valga la experiencia personal (cuál sino podría valer), yo las uso desde hace tiempo, y así voy apuntando las ideas que vienen y van por mi cabeza.
Aún y así, las Musas se escapan a menudo; no se dejan atrapar entre la tinta y el papel. Intentas plasmar en unos segundos una gran idea, como un pequeño esbozo de un enorme cuadro y, cuando te sientas a escribir, aquella gran idea que plasmaste no es más que un pequeño galimatías en tu cabeza...