martes, 20 de enero de 2009

Sinfonía de navidad. Parte V


Sebastián miró hacia la ventana, por un instante pensó en tirarse de cabeza y huir de aquella situación. Escapar era una idea que siempre rondaba su cabeza, el caso es que nunca supo como hacerlo. El timbre sonó, otra vez. Clipo ladró con rabia. Sebastián se levantó y abrió. Allí estaba ella, tan hermosa como imaginaba.
Ni siquiera sabía su nombre.

-¡Hola, soy Lulú!- Ya está, ya lo sabía. Lulú era muy guapa para su edad, superaba los cuarenta. Tenía una gran sonrisa en la cara. Sebastián seguía paralizado, asustado.-Bueno que, ¿me dejas pasar?

-¡Guau!- Avisó Clipo.

-Claro, pasa…- Contestó Sebastián irremediablemente frío.

-Eh, me gusta tu casa, es muy acogedora.

-¡Guau!

-Eh…

-¡Guau, Guau!

-¿De veras te gusta? La he decorado yo mismo a lo largo de los años. Aquí resido desde joven, vivía con mamá, después murió y remodelé la casa al completo.

-¿En serio? ¿No queda nada de tu vida anterior?

-¡No, claro que no! Cuando alguien muere hay que pasar página, acabas de viajar al futuro, ya, por más que lo desees, no volverá tu vida pasada.

-Vaya…-Exclamó Lulú pensativa. Llevaba dos minutos con aquel tipo y ya estaba hablándole de la muerte. ¡Menuda suerte tenia últimamente con los clientes! Los había conocido raros y más raros, este sin duda era del segundo grupo.

-Oye, ¿Te apetece beber algo? ¿Una copa?- Dijo Sebastián interrumpiendo ilusamente los pensamientos de Lulú. Clipo lo miraba orgulloso, al fin había despertado.

-Vodka con soda por favor- Contestó Lulú quitándose el abrigo.

Sebastián se movió de un salto hasta el mueble bar, Clipo subió al sofá.

-¡Clipo! ¿Qué haces? Baja de ahí inmediatamente, lo llenarás todo de pelo…

-¡Será gilipollas!- Pensó Clipo, ¿Desde cuando le había prohibido subir al sofá? Luego pensó que aquella fulana tenía la culpa de todo, si ella no hubiese aparecido ahora estaría revolcándose en su cojín tranquilamente.

-¡Clipo al suelo!- Gritó Sebastián.

¿Pero por qué le trataba como a un perro? Nunca lo había hecho. Clipo pensaba y pensaba mientras bajaba al suelo, hasta que aquella mujer lo interrumpió.

-¡Oye, no me has dicho como te llamas!

-Soy Sebastián- Dijo este con semblante serio.

-Encantada Sebastián- Lulú extendió su mano. La estrecharon. Es paradójico que dos personas que están a punto de intercambiar fluidos se aprieten la mano como si estuviesen firmando un tratado de paz. ¡Paz! Aquella noche no habría paz, era guerra lo que estaban firmando.
Lulú merodeó por el salón hasta llegar a los discos de vinilo.

-Eh, ¿Coleccionas discos de vinilo?

-Si, es una afición que tengo desde muy joven…

-Me encanta, ¡Me encanta la música! ¿Podrías poner alguno?

-Claro, elige el que quieras…

Lulú paseó la mirada, había demasiados… finalmente encontró justo el que quería.
Era uno de Jerry Lee Lewis, no se fijó en el nombre, pero lo que si vió es que Whole Lotta Shakin Going On era una de las canciones que podía oír.

-¡Quiero este!

-Buena elección Lulú- Contestó Sebastián. Se acercó a ella y le dio la copa. Después puso el disco. Clipo los miraba. Lulú se sentó a beber y miró la mesa llena de comida.

-¡Oh! ¿Todo esto lo has preparado tú?

Sebastián se sonrojó y asintió con la mirada- Es fin de año, algo especial habrá que hacer.

-Eres un encanto de hombre-Exclamó Lulú.

Sebastián pensó que aquella mujer era tan falsa como la nieve de su árbol de navidad. Pero al fin y al cabo ¿qué esperaba? Aquella situación estaba comprada, ella no estaba allí por él, lo estaba por un módico precio. Y hubiese preparado una cena o no, Lulú habría dicho igualmente que él era un tipo encantador.


Lázaro entró en el centro comercial. Su traje de Papá Noel cada vez parecía más naranja, incluso le dio la sensación de que era amarillo. Con paso tranquilo pasó frente al Mcdonalds y la tienda de cosméticos. Luego llegó a su sección “Perfumes”, allí no estaba Marisa, pero estaba el encargado, concretamente el capullo del encargado.
Lázaro rascó su espesa barba y suspiró. Aquel capullo ya lo había visto.

-¿Pero que broma es esta imbécil?

-¿A ti que te parece hijoputa?- Contestó Lázaro con los glóbulos rojos volando por su interior.

-¿Estás borracho?

-Es posible, estar borracho, no estarlo ¿Acaso importa?

-Eres un despojo humano Lázaro. Mírate, cada día que pasa vives menos, eres un muerto andante. Un zombi, ¿Qué sentido tiene una vida cuando la pasas vestido de Santa Claus y enganchado a una botella? Si al menos el traje fuera decente...- El encargado sonrió- ¿Para que has venido Lázaro? Tal vez quieras despedirte, porque te comunico que no hace falta que aparezcas por aquí el lunes. Ya se acaba la navidad y no nos hace falta un empleaducho como tú…

La gente compraba y compraba..., Lázaro estaba inmóvil, frente a su gacela.

-Pobre gacela…gacelita, te voy a comer- Pensaba su cerebro a punto de estallar.
Gacelita, gacelita, te voy a comer, te voy a zampar, te voy a devorar…
Lázaro vacilaba, tenía los ojos idos, casi en blanco. El encargado lo miraba perplejo.
Allí permanecían los dos quietos, sin que el mundo supiera que estaban allí.
Entonces Lázaro dijo...

-Gacelita…

Y el encargado respondió…

-¿Qué?

Y de Lázaro sonó un estruendo, un ruido que pareció hacer Bang.

Auhh-Gimió estúpidamente el gran jefazo. Luego se llevó la mano al estómago, brotaba sangre. ¡Ni siquiera parecía sangre!, era como un bote Ketchup reventado. Claro, aquel tipo no podía tener sangre en el cuerpo, aquel tío apestaba a Ketchup, era mierda artificial, era un subproducto sin corazón ni cerebro. Diseñado para mandar, diseñado para consumir.
Lázaro se asustó. Estaba pensando demasiadas estupideces, sería cosa de la bebida. Lo único que oía era gente gritando de un lado hacia otro. El encargado se desplomó.

-¡Suelta el arma!- Dijo una voz desde el más allá. ¿Sería Dios? Lázaro se giró para ver.

-¡Oh no!- Era un guardia de Seguridad gordinflón y aun más acabado que él. Sólo había que mirarle la cara para ver lo muy acojonado que estaba. Pobrecillo, apuntaba con la pistola temblándole las manos.

-¡Quieto o disparo!

-¿Quieto o disparo? ¡Que poca gracia coño! ¡Ese tío había visto muy pocas películas! ¿No sabía que a la hora de apuntar siempre hay que hacerlo con estilo? Ni siquiera tenía girada un poco el arma.
Lázaro volvió a sonreír y apuntó a aquel tipo. No quería dispararle, a él no, en el fondo era su hermano. Pero aquel hermano no lo amaba tanto, al menos eso demostró clavándole tres tiros en el hombro. Lázaro se desvaneció. La navidad había acabado.
Miró al techo, un globo con la cabeza del ratón Mickey volaba hacia arriba. El globo le devolvió la mirada desde arriba. Allí estaba él, era el protagonista, con su original y nunca visto traje naranja.

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