lunes, 25 de febrero de 2008

Melinda y la incomprensión de su romanticismo

Ahora me centraré en una película del año 2004 del filósofo y director de cine ya mencionado Woody Allen. El nombre de la obra es "Melinda y Melinda", y también ha sido citada por mi compañero en la entrada titulada "¿Tragedia o Comedia?". No quiero hacer de esta entrada una pequeña crítica de la obra, como ya se sabe hay muchas en la red (aquí os proporciono una) sino que me interesa más hacer un pequeño estudio de la figura de la "Melinda trágica". A lo mejor es arriesgado, una especie de mal augurio, escribir dos entradas seguidas sobre dos mujeres del cine, pero no quisiera dejar pasar la oportunidad de hablar de estas figuras femeninas, que ya por sí solas me cautivan.

El personaje de esta Melinda es realmente curioso, además de fácilmente enamoradizo. Representa la mujer que no se preocupa por el futuro, sino que vive encerrada en sus sueños de romanticismo y locura consciente. Sabe perfectamente lo que le conviene, lo tiene al alcance de la mano, y lo desecha con un gesto de la mano, cual burgués en un restaurante que desecha la copa que se le ofrece por puro divertimento y desarrollo de su supuesto poder. Así, va dejando mostrar en el filme una personalidad que se declina fácilmente ante los encantos de la vida, y que se deja arrastrar completamente por sus pasiones, sin importarle demasiado las consecuencias. Muestra una exquisita debilidad, mezclada con cierta maldad, que la hace tan femenina como peligrosa. A todo esto habrá que sumarle un trágico pasado, que no desvela del todo hasta casi el final, envolviéndola en un aura de misterio, de peligro e impotencia, que te hace desear estar a su lado y amarla.

¿Cual es el problema de esta Melinda, que la lleva hasta ese aciago final? Pues que, durante todo ese periplo de infortunios que es su vida, no ha dejado de ser una niña mimada y consentida, que únicamente busca ese hombre romántico para sí. No cae en la cuenta de que precisamente en esa figura del hombre romántico que busca está también el de no poseerla a ella únicamente. Pero claro, esto no es comprensible desde el punto de vista de una chica que ha crecido siendo la "rubia potente" del instituto.

Ella persigue un ideal inexistente: Un hombre ávido de aventura y pasión que tan sólo se conforme con ella. Y esto, por muy especial que se nos pueda presentar la desafortunada Melinda, no es más que un sueño de una chica que se ha desarrollado en un mundo de algodones, y espera, cual
Cecily Cardew en la obra de Oscar Wilde "La importancia de llamarse Ernesto", un caballero que la rescate de sus aburridas clases de alemán y la lleve a desafiar ese mundo ignoto para ella.

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