miércoles, 26 de marzo de 2008

La reglas del juego. El materialismo como forma de vida.


Existió una vez en una dimensión paralela a la nuestra un mundo en el que los jóvenes universitarios asistían a fiestas interminables, barriladas primaverales y desenfrenos propios de cualquier yonqui barriobajero. Pero estos jóvenes no se arrastraban por las esquinas ni olían a miseria ¡Oh no, tampoco pedían limosna para su dosis diaria! Estas personas de buena fe eran niños de papá, estudiaban en escuelas privadas, vestían con la última prenda Lacoste y procedían de barrios residenciales de alto standing como Beverly Hills (por estos lares Santa Clara, Los remedios y demás).
Pero con todo esto, por las mañanas asistían a clase e incluso muchos aprobaban con buenas calificaciones, algunos afortunados incluso llegarían a convertirse en yuppies de Wall Street obsesionados con asesinar mujeres (pero eso ya es otra historia).
Este tipo de sujetos son los que pueblan la literatura del muy polémico Bret Easton Ellis. Autor norteamericano y responsable de obras tan machacadas como American Psycho, Ellis vio de la noche a la mañana con tan sólo 23 años y con sus estudios universitarios aun por acabar como se convertía en uno de los escritores más afamados e influyentes de la literatura americana del siglo XX. Descrito por muchos como el nuevo Hemingway (cosa que a servidor choca bastante) el joven escritor roza continuamente temas como la decadencia moral de la juventud, el nihilismo como forma de vida, las drogas, el materialismo y la falta de espíritu.
Pero centrémonos en lo que realmente nos interesa en esta entrada, La película Las reglas del juego (no confundir con La regla del juego de Renoir) es uno de los últimos filmes basados en las novelas de Ellis, en concreto en aquella titulada Las reglas de la atracción.
Un guaperas con más instinto animal que humano, una chica que parece mojigata pero que en el fondo ansía el sexo como forma liberadora del vacío existencial que sufre y un gay que soborna a sus víctimas con drogas de diseño forman el trío protagonista de la cinta. Los personajes que pueblan el filme están rodeados de una autodestrucción abrumadora, estudian en una universidad de arte pero pasan los días organizando fiestas temáticas. No es extraño que el film de Roger Avary arranque con una party house titulada La fiesta del fin del mundo, como si ésta fuese la última de sus vidas, como si hubiesen alcanzado ya el límite de sus límites. ¡Porque ya no se puede caer más bajo!
Ellis hace sátira, de eso estamos seguros, pero como viene siendo habitual la sátira es más terrible de lo que aparenta, con ese tono burlesco tan característico expresa una indignación claramente moralizante hacia una juventud que se hunde por su propio peso. Lo tienen todo y no tienen nada. La metafísica ha desaparecido, un platonismo idealizado ha sido expulsado de esta realidad, no hay nada más allá, nada por lo que luchar ni nada en lo que creer. Los personajes de Las reglas del juego son conscientes de que sólo se vive una vez, que todos los placeres deben ser conseguidos aquí y ahora, que somos animales y necesitamos salir a cazar ya sea farlopa, ya sean mujeres.
¡Excédete en todo lo que puedas, consume drogas, emborráchate y se infiel sin mirar con quien! ¿Es esto realmente una dimensión paralela a la nuestra? ¿Ocurre esto en un mundo tan lejano como es el literario? ¡Coño, pero si estos son los ambientes en los que yo me muevo! ¿Se habrán escapado estos personajes de la ficción y la pluma de Ellis o nos hemos zambullido nosotros mismos en sus palabras?
Como ya observó el bueno de Orson Welles la ficción y la realidad a veces se difuminan sin apreciar diferencias y el cine vive de la realidad, como Ellis vive de su propia juventud, de su propia vida, porque él no es más que una pieza de este puzzle horrendo que compone nuestra época y de la que la gran mayoría formamos parte.
En definitiva, Las reglas del juego es un retrato bochornoso y dantesco de nosotros mismos "los jóvenes". Utilizando recursos tan cinematográficos como la inversión de movimiento o la pantalla partida, Avary mete la cámara por estas fiestas interminables mostrándonos los detalles más minuciosos (atento al chico atado a una silla borracho perdido, o la pareja de desconocidos que se da el lote), mostrándonos lo que ya es demasiado tarde para cambiar. Como decía uno de los personajes del filme:“Esto es inevitable, no se puede detener, como tampoco se puede pretender que los océanos inunden la tierra ni que la Luna se aleje de su órbita”

2 comentarios:

Unknown dijo...

Quería rebatir las últimas palabras que has puesto en la entrada, pero mientras cargaba la página he pensado que, desgraciadamente, tienes demasiada razón. Un golpe muy duro tendría que darnos el mundo para cambiar todo esto.

(No hemos sufrido una gran guerra, ni hemos vivido una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, y nuestra depresión es la vida)

Unknown dijo...

Se me olvidó comentar una cosa que parece bastante relevante para el caso, y es que esto sí que es "Una verdad incómoda".
Me parece muy fuerte lo que se está montando hoy día con grandes conferencias e ingresos sobre el cambio climático cuando no es ya el planeta, sino los propios humanos, los que nos estamos yendo al carajo.